jueves, 1 de octubre de 2015

Kal'orar: Capítulo I

Kal'orar

Capítulo I

Un trabajo para Tairen.








-Trecientos metros, mínimo.-

Kal'orar chasqueó la lengua mientras calculaba la distancia entre la azotea en la que estaba y la ventana del reservado del club Alumb con su ciber-parche. Después ajustó la pistola al trípode anclado al suelo y apuntó con ella hacia la cornisa sobre el enorme ventanal.

-Si funciona voy a hacer una de las mejores entradas de mi carrera.-

Se sonrió mientras ultimaba ajustes en el anclaje y después disparó. El gancho salió disparado a toda velocidad seguido por el cable de duracero. Se clavo sin problemas sobre la ventana e hizo salir sus ganchas interiores para sujetarse con fuerza a la estructura mientras el cable se tensaba gracias a la acción de la pistola al otro lado, en la azotea. Kal asintió satisfecho con el resultado y se acuclilló al borde de la azotea, junto al cable.

-Quince segundos. Entrar y salir deprisa. Espero que ese Jedi no se haya equivocado.-

Sacó un mosquetón magnético sujeto a su cinto con una cuerda elástica y lo enganchó al cable. Comprobó dos veces la sujeción y fiabilidad de este y luego tomo aire. Kal'orar simplemente se dejó caer, tratando de no pensar en los más de ochocientos metros que le separaban del suelo y mientras apretaba los dientes con fuerza, recordó la conversación con Tairen.


-¿Y estás seguro de eso?-

Kal'orar miró hacia la figura holográfica que aparecía en su comunicador. Tairen era joven y bastante apuesto, con el pelo corto y la mirada inteligente, de algún modo intimidadora aunque amable. Llevaba ropajes de entrenamiento y aunque tenia el aspecto de un Jedi cualquiera, Kal sabía que no era así, Tairen era realmente especial dentro de lo que cabe. El lo sabía mejor que nadie probablemente.

-Si, Kal. La transacción se realizó hace dos días en la propia Coruscant, pero el vendedor aun no se ha ido. Tengo entendido que aparte del pago habitual, el comprador se permitió concederle toda una semana de lujos y excesos en la ciudad.-

-Te has informado bien ¿Eh? ¿Eres un Jedi o un agente del SiS?-

-Tengo mis contactos, Kal. Ser Jedi no implica estar mal informado.-

-En eso tienes razón, supongo.-

Kal se acercó a la mesa y se sirvió una copa de Whisky. Apuró la mitad de un buche y se volvió al holocom de nuevo.

-Vayamos al grano Tairen ¿Qué quieres que haga exactamente?-

-Quiero que recuperes una tarjeta de datos que el vendedor debe llevar consigo. Lo más probable, por lo que he investigado, es que la lleve en un maletín azul que suelen portar sus guardaespaldas.-

-¿Tendrá cifrado?-

-Si, es lo más seguro. Pero de eso te encargarás después, coge directamente el maletín y luego veremos.-

-¿Dónde lo encontraré?-

-Acabo de enviar los datos de dónde estará a tu datapad. Quiero que seas rápido y sin matar a nadie ¿Entendido?-

-¿Es realmente necesario? Me estás dificultando mi trabajo.-

-Es totalmente necesario.-

-Si la Orden se enterase de que haces estas cosas, te caería un puro de cuidado.-

-Por eso no tienen que enterarse y por eso confío en ti, Kal.-

Sonrió y Kal maldijo esa sonrisa tan amable y autosuficiente a la vez. Apreciaba a Tairen, pero tenía que admitir que le ponía los pelos de punta esa seguridad suya.

-Vale, captado. Recogeré mi equipo y me pondré de inmediato a ello. ¿Qué hay de mi pago?-

-Ya lo he enviado.-

Kal bajó la mirada a su pad, tecleo y una sonrisa enorme se dibujó en sus labios al ver la suma recién transferida a su cuenta.

-Tu si que sabes, Tairen.-

-Buena suerte, Kal.-


La música tronaba en el interior del reservado del club mientras dos bailarinas Twi'leks danzaban en el centro de este con apenas ropa para satisfacción de Borger, un hombre flacucho con cara de roedor y los ojos saltones que estaba sentado en el sofá del fondo disfrutando de su espectáculo. A su lado había dos guardias que le ayudaban a custodiar su preciado maletín. Ensanchó su sonrisa pensando en lo que iba a hacer con aquellas dos bailarinas dentro de unos minutos, cuando se cansase de su baile, pero su pensamiento se vio interrumpido por el sonido de los cristales quebrándose.

Kal'orar no fue capaz de frenar mientras se deslizaba por el cable metálico hacia el reservado, el mosquetón magnético le había vuelto a fallar. Chocó contra el cristal del ventanal rompiéndolo en mil pedazos y rodeando sobre si mismo hasta que pudo ponerse en pie tratando de ignorar el mareo del golpe. Se debía haber dado una buena, porque notaba la sangre manar de su cabeza.

-Joder, menos mal que no era cristal anti-entradas.-

Miró hacia los presentes. La música se había detenido. Las bailarinas, los dos guardaespaldas y el mafioso Borger le miraban atónitos, incapaces de esperar que alguien entrase así justo en ese momento.

-Oye, lo siento por el cristal y por joderte la fiesta. Verás, te explico...-

-¡Matadle!-

Kal sacó sus dos blasters tan deprisa que el primer guardaespaldas no atinó a reaccionar cuando dos disparos láser le impactaron en el pecho y el cuello, cayendo derribado al suelo. El peli-blanco se maldijo al recordar que Tairen le dijo que nadie debía morir.

-Joder...-

El otro guardaespaldas se estaba acercando al tiempo que sacaba su blaster. Kal lo vio venir y avanzó de dos zancadas para colocarse a su altura mientras enfundaba los blasters para evitar más accidentes. Antes de que el matón pudiese disparar le golpeó con el puño en la muñeca forzándole a perder el arma.

-Lo siento por lo de tu compañero.-

El matón gruño por pura furia y descargó un puñetazo en dirección al rostro de Kal. Este se movió en el último momento esquivándolo y propinó un tajo con su mano en la axila de aquel tipo. Cuando bajo el brazo ante el impacto, Kal se acuclilló y golpeó con precisión milimétrica en la rodilla mientras escuchaba con satisfacción el sonido de un hueso crujir. Cuando el guardaespaldas comenzó a caer sin equilibrio y presa de un grito de dolor, le golpeó en el estómago con todas sus fuerzas mientras se ponía en pie y luego bastó un segundo golpe de precisión en el cuello con el canto de la mano para ayudarle a terminar de caer al suelo inconsciente.

-Bien, a lo que vamos. Chicas, vosotras fuera.-

Le hizo un gesto a las bailarinas, que salieron corriendo de la estancia. Ahora sabía que apenas le quedaban unos minutos antes de que la seguridad del local subiese. Se acercó hasta el sofá del fondo, donde el escuálido hombre temblaba aun sentado, deseando desaparecer entre los cojines.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres?-

-A la primera pregunta no voy a responder, a la segunda quiero tu maletín.-

-Es-está ahí mismo. Cógelo, pero por favor, no me hagas daño.-

-No tengo intención de hacerlo.-

Se acercó al otro lado del sofá, donde estaba el maletín, y lo cogió comprobando que fuera el que Tairen le había pedido. Cuando estuvo seguro de que era el correcto sacó unas esposas y colocó una de las anillas en su muñeca y otra en el maletín, se giró dispuesto a irse y en el último segundo dudó y se volvió hacia el hombre. Este le miraba fijamente, aun tan asustado que parecía que sus ojos fueran a salirse en cualquier momentos de las cuencas.

-¿Qué... Qué ocurre?-

J. Borger, le conocía. Había llevado durante bastante tiempo una empresa de compra-venta de esclavos en el espacio hutt pero desde hacía un par de años trataba de limpiar su nombre haciéndose pasar por un honrado comerciante de exóticos productos y antigüedades. Kal había conocido a muchos de los que habían pasado por sus manos antes de acabar en las de algún explotador minero o jefe criminal. Recordó en ese momento los latigazos eléctricos, las cicatrices, los gritos de dolor y el dolor en el cuello. Ese dolor. Su cuello estaba ardiendo por el dolor y tuvo el impulso de tocárselo, pero no lo hizo. Respiró hondo y volvió a mirar al tipo.

-Lo siento, es algo personal.-

Sacó el blaster y disparo con precisión entre las cejas del hombre. Suspiró y volvió a enfundarlo, acercándose a la ventana rota. Sacó una pistola que llevaba enfundada a la espalda, más pequeña que la que había usado para llegar hasta allí pero con la misma función. Colocó el gancho de esta en el cable tensado y sujetándola con firmeza simplemente se dejó caer al vacío.

Tairen no iba a estar complacido, pero eso a el le daba igual. Para Kal todo el mundo pagaba por sus crímenes tarde o temprano.


Tairen observa a través de la ventana de la habitación de Kal'orar. Con las manos a la espalda y su cabello rubio tan bien peinado como siempre. Mientras, el cazarrecompensas estaba sentado en una de las sillas, moviendo el Whisky de su copa distraído.

-Hice lo que tuve que hacer, Tairen.-

-No lo dudo, Kal. Pero sabes lo que te pedí.-

-A veces los trabajos se complican.-

-No es excusa, Kal'orar. Eres un profesional ¿Recuerdas? Tu mismo te vendes como tal.-

-¿Vas a echarme el sermón Jedi? Porque me queda bastante Whisky Corelliano como para no tener que prestarte atención.-

-No, no soy a sermonearte. Ni a decirte que me has decepcionado. Pero no apruebo lo que has hecho, aunque hayas conseguido el chip.-

-Hablando del chip, has estado como dos horas ojeándolo en tu datapad e incluso has venido hasta aquí en persona. No es que me convenga meterme en los asuntos de mis clientes, pero ¿Qué es?-

-Son los datos que necesito para averiguar quién es el poseedor de algo que tengo que recuperar. Bueno, mejor dicho, que tu tienes que recuperar... Kail.-

Kal'orar no necesitó ver a Tairen para imaginarse la sonrisa que se estaba dibujando en su rostro. Cuando el Jedi usaba su nombre es porque iba a pedirle algo realmente importante. Era como un código no escrito entre ambos, después de todo el era lo más parecido a un amigo que nunca había tenido.

-¿No puedes hacerlo tu?-

-No, puesto que es en Nar Shadda y afectaría bastante a la república que un Jedi se metiese en asuntos que tienen que ver con un hombre importante entre los cárteles Hutt.-

-Entonces es un trabajo de los chungos ¿No?-

-Por eso te he llamado, pero no vas a trabajar solo esta vez viejo amigo.-

-Sabes que siempre trabajo solo. No me gusta nadie que me pueda hacer de bulto o tenga que tirar de el.-

-No te recomendaría a nadie si pensase que va a ser un lastre, esta persona no. Además quiero que la pongas a prueba para mi, necesito gente como ella para que me ayude con asuntos... familiares.-

-¿Ella? ¿Es una chica? ¿Quién es?-

Tairen se giró y miró a Kal'orar con una sonrisa muy enigmática. Kal ya la había visto antes, cuando el solía hablar de “Ver cientos de posibilidades en el futuro”, y como de costumbre le puso inquieto. Quizá debería habérselo pensando dos veces antes de aceptar el trabajo.


-Se llama Shiar'ika. Pero para ti será la Señorita Green.-

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