Aenlor.
Segunda
parte.
“¿Por
qué?
Aferro la
espada con fuerza. Me escuece el cuero de los guantes en la piel de
la mano, quizá es por el sudor. No logro relajar la respiración, el
corazón se me va a salir del pecho, la vista se me nubla durante
unos segundos y finalmente logro enfocarla. Apoyo mi espalda en la
roca y dejo caer la espada al suelo, sigo vivo y me sorprende, debo
de tener algunos huesos quebrados, pero la armadura se ha llevado la
peor parte. La sangre verde y viscosa de demonio sigue derramada a
mis pies, la herida que le hice en el cuello fue lo suficientemente
profunda para matar a ese guardia vil.
Giro mi
rostro hacia la derecha, y veo al resto. Están todos muertos.
Demonios y kaldoreis, no queda ninguno. No me entrenaron para esto,
no quería tener que verlo, pero otros eligieron por mi. Me levanto a
duras penas y me acerco a ese cuerpo que tengo más cercano. Al
arrodillarme cojo su arco entre las manos y luego miro su rostro, la
mueca de miedo sigue perenne pese a haber muerto, y sus ojos ya no
brillan. No debió acercarse tanto para disparar, no debió intentar
protegerme, ya no soy su Capitán, pero no logré sacarle esa idea de
la cabeza. Era joven e impetuoso, pero muy inteligente. Habría sido
un gran soldado, mejor que yo. Se llamaba Falaer.
¿Por qué?”