lunes, 7 de septiembre de 2015

Oliver. Quebrado I

Oliver Thausam

Quebrado I

El chillido estridente de una mujer rompió la concentración de Oliver, lo sacó de su propia mente y le recordó el intenso dolor que estaba padeciendo. Parpadeó, con las gafas perladas por gotas de lluvia, apoyado en el muro de una casa en mitad de la calle. El grito parecía lejano, pero el aullido que lo siguió no tanto.

-Maldición.



Hizo acopio de las fuerzas que le quedaban, tomo aire como buenamente pudo, y apoyándose en su bastón echó a trotar, cojeando por esa vieja herida en el tobillo, maldiciendo a su hermano en voz baja por haberle empujado a ir a aquella guerra. Con la mano que le quedaba libre, se sujetó la herida de su costado, donde la sangre seguía manando, tibia, empapando la tela rasgada de la camisa que solía llevar bajo su gabardina.

-Solo un poco más...

Las punzadas de dolor le iban restando fuerzas, la respiración se le entrecortaba y la visión se le empañaba. Pisó un charco en el que hundió toda la bota derecha, miró hacia abajo para darse cuenta de que no era fruto de la lluvia. Era sangre. Apenas vio su reflejo el rojo oscuro e intenso, sintió ganas de vomitar, y continuó hacia delante.

-Vamos, Oliver, vamos...

No podía más. El mismo lo sabía, aunque quisiera sacar fuerzas, no podía crearlas de la nada. Comenzó a sentir la tibia sensación de la sangre bajando ya por su pierna, y cuando llegó a una intersección, giró a la izquierda y se metió en uno de los múltiples callejones que caracterizaban a la ciudad de Gilneas. Y como la mayoría de ellos, se dió cuenta de que no había salida. De todas formas, eso mismo se podía aplicar a el. No tenía escapatoria.

Caminó unos pasos, apoyandose en el bastón, hasta que finalmente se colocó de espaldas a uno de los muros de ladrillo, y se dejó caer apoyado en este. La lluvia le empapo aun más, le daba igual. Truenos y rayos amainaron, pero ya era tarde igualmente. Se palpó la herida, aun en carne viva, del mordisco del Huargen que les habia atacado en la consulta a el y a Jeremy, su ayudante. Recordó el intenso dolor cuando el huargen le mordió, y acto seguido el le clavó el bastón en el cuello, perforándoselo ante su propia sorpresa. Pero ¿Qué más daba? El daño estaba hecho.

-Quizá si pudiera...

No podía, había perdido mucha sangre, no tenía sus utensilios de la consulta. No debió haber salido corriendo ¿Pero qué podía hacer ante la marea de bestias que saltaban de un tejado a otro y atacaban a sus compatriotas? Probablemente el mordisco le había alcanzado algún órgano, quizá el riñón, quizá el bazo, ni siquiera estaba seguro de donde había sido, se sentía mareado.

Oliver echó la cabeza hacia atrás, respirando cada vez con más dificultad. La lluvia empapó sus gafas y su rostro durante unos instantes antes de amainar. Entonces lo vio, entre las nubes, un claro, y a través de sus gafas empañadas una Luna clara y brillante, enorme, como nunca antes había recordado verla. Era hermosa, entre tanto caos, tanta muerte, era una visión que parecía salir de otro mundo. <<No es una mala visión para morir>> pensó mientras sonreía a pesar de las punzadas de insoportable dolor.

Entonces lo vio. Ojos púrpuras, observándole desde el tejado del edificio frente a el. Y la forma oscura y monstruosa de la criatura, que valiéndose de la proximidad de los muros, bajó saltando entre ellos hasta caer pesadamente frente a Oliver, provocando que el agua bajo sus patas empapase al Doctor. El enorme Huargen miró al humano, imponente, fiero, con un rostro lupino que era tan fascinante como aterrador.

La criatura se acercó a Oliver lentamente, y este no pudo moverse ni reaccionar. Sus ojos estaban fijos en los púrpuras de la criatura. Su pelaje era negro, llevaba retazos de lo que debieron ser unos pantalones de lino, pero por lo demás su desnudez dejaba su pelaje y su brutal forma al descubierto. El Huargen se inclinó una vez se hubo acercado, su hocico se acercó al rostro del Doctor, y este sintió como lo estaba olisqueando, y supo que estaba muerto. El huargen abrió las fauces.

Olía a muerte. A Sangre.

Los ojos verdes del humano se fijaron en el ser que estaba apunto de matarle, y Oliver percibió inteligencia en su mirada ¿O era quizá demencia de un hombre medio desangrado que estaba apunto de morir? Quién sabe, no tenía tiempo para pensarlo. Sin embargo, para su sorpresa, el Huargen se alejó de nuevo sin dejar de mirarle fijamente, y entonces saltó de nuevo entre los muros, regresando al tejado. Aulló mirando a la luna fijamente... y desapareció de la vista. El Doctor echo la cabeza hacia atrás de nuevo, dispuesto a aceptar su destino.

-¿Doctor Thausam?-

-¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Una hora o más? ¿Por qué no estaba muerto? ¿Y esa voz no era la de Jeremy?-

-¡Doctor! ¡Está vivo! Vamos, debemos darnos prisa, están evacuando la ciudad.-

Algo se agitaba dentro de Oliver. La respiración se le aceleró mientras veía a la borrosa figura acercarse a el para ayudarle. Podía oler a Jeremy, como nunca antes lo había hecho, y de pronto el dolor de su herida se había esfumado, y solo sentía ira. Una ira incontrolable e inexplicable. Entonces lo comprendió.

-Aguante Doctor, saldrá de esta.-

El muchacho tomó su rostro para comprobar el estado de su mentor. Oliver sintió sus gafas resbalar de su rostro cuando Jeremy le enderezó la cabeza, y pudo escuchar el silencioso ruido del cristal rompiéndose contra el suelo a su lado. Ya no podía pensar. Sus ojos se encontraron con los del muchacho, con su rostro, jovial y alegre, aunque de semblante preocupado. Inocente.

Justo antes de perder la conciencia de quien era, supo que Jeremy estaba muerto.

1 comentario:

  1. Brutal. Impactante... Por favor... dime que continuaras las andanzas del buen doctor...

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