Memorias en el Hielo
I
“Tirias,
ven a mi...”
Cuando
abrí los ojos, cuando desperté, me sentí perdido. Parpadee
confuso, mirando a mi alrededor ¿Dónde estaba? Lo primero que vi
fueron árboles, muchos, estaba en un bosque bastante frondoso y sin
embargo en medio de una encrucijada de caminos. Unas lámparas
metálicas y oxidadas que pendían de unos postes iluminaban
vagamente la zona. Miré hacia arriba, advertí estrellas entre el
poco cielo que ramas y hojas me permitían ver. De alguna forma,
sabía que tenía que buscar a alguien. Era una sensación curiosa,
porque al descender la vista y observar mis propias manos, me percaté
de algo.
-¿Quién
soy?-
Mi
pensamiento se vio interrumpido por el golpeteo de unos cascos. Como
si fuera parte de mi instinto, me tensé enseguida y volví la vista
en dirección al sonido. Por el ruido y la sensación en mi propio
cuerpo, me dí cuenta de que yo mismo estaba portando una armadura
metálica que hasta el momento no había percibido. Entonces, de
entre los árboles, surgieron dos figuras. La primera parecía un
caballo, pero no lo era, su piel era blanca recorrida por rayas
negras como si formasen un patrón, y un cuerno coronaba la frente
del animal. Sobre esa criatura, una mujer. Se acercó a mi, y pude
vislumbrarla mejor.
Su
cabello de color fuego estaba recogido en una sencilla coleta que
caía por su espalda, y vestía unos extraños ropajes hechos de
pieles, exóticos, como la criatura que montaba. Sus ojos se posaron
en mí, eran castaños, pero entorno a la pupila se volvían de un
tono rojizo que recordaba a una hoja otoñal. Al colocarse a mi
altura, supe de inmediato que esa era la persona a la que estaba
buscando. Pero ¿Por qué?
-Tu...-
-Al
fin has despertado.-
-¿Quién
soy?-
La
mujer esbozó una sonrisa curiosa.
-Eres
Tirias Hemfall.-
El
nombre no me decía nada, pero por alguna razón sentí que encajaba.
Ella desmontó de la extraña criatura con agilidad pese a vestir con
esa extraña toga, y se acercó a mi hasta colocarse enfrente. Justo
entonces me di cuenta de que cada vez que inspiraba y expiraba
soltaba vaho, y que al dejar de hacerlo, no sentía ninguna
incomodidad. No estaba respirando.
-Estoy
seguro de que tendrás muchas preguntas, Tirias.-
-¿Qué...
soy? Que...-
-Fuiste
humano una vez, estuviste vivo, pero caíste y después fuiste
alzado. Eso es lo que eres, Tirias, un alma encerrada en un cuerpo
que una vez te perteneció.-
-Estoy...
muerto.-
-No
del todo, aun no.-
-Pero
yo... No recuerdo nada, estoy confuso. ¿Por qué siento que tenía
que buscarte a ti?-
-Porque
fui yo quién te liberó y te ha hecho recuperar tu conciencia,
aunque por desgracia no tus recuerdos. Por eso sentías que debías
encontrarme, y así lo has hecho ¿No?-
Ella
se acercó un poco más, su rostro estaba bastante serio, percibí
como me analizaba con su mirada y me evaluaba. No pude evitar
preguntarme quién era ella y como me había liberado, pero no sabía
por donde comenzar a preguntar.
-Se
lo que te estás preguntando, Tirias. Me llamo Talismán, y en
efecto, no es un caballo, mi montura se llama Opar, y viene de una
tierra lejana más allá del mar, hacia el oeste. Me contrataron para
encontrarte.-
-¿Quién?-
-Ahora
no es el momento ni el lugar para hablar esto, ven conmigo, hay una
villa más adelante.-
Observé
como tomaba con una mano las riendas de “Opar” y me indicaba que
la siguiera. Desconfiaba de ella, todo me parecía muy extraño, pero
tampoco tenía opción, y creo que ella lo sabía. Decidí seguirla
para tratar de encontrar algunas respuestas a todas las preguntas que
comenzaban a asaltar mi mente. ¿Estaba muerto? De pronto me dí
cuenta de que apenas sentía nada a mi alrededor ¿Hacía frío o no?
No podía saberlo, y cuando trataba de pensar en la idea, solo podía
sentir una rabia que me hacía sentir a la vez un vacío dentro de mi
mismo, como si me fuera imposible comprender mis emociones, si es que
llegaba a percibirlas. Traté de apartar tantos pensamientos de mi
cabeza, y me coloqué a su altura.
-¿Cómo
sabes quien soy?-
-Aparte
de porque me contrataron, también te vi cuando vivías. Te lo
recuerdo, eres Tirias Hemfall, eras un noble con tierras en el campo
heredadas de tu Padre. Fuiste a luchar al Norte, contra la propia
muerte, pero nunca regresaste, hasta ahora.-
-Sabes
mucho de mi entonces ¿Por qué no me lo cuentas todo?-
-Porque
tienes que ir recordando poco a poco, y por tu propio pie. Si te lo
dijera todo es posible que no pudieras soportarlo, quizá tu mente
colapsaría. No es solo lo que has hecho en vida, Tirias, si no
también en muerte. Hay una razón por la que hago esto, tendrás que
confiar en mi.-
-¿No
vas a decirme quién me contrato?-
-Fue
alguién que te amó. Es todo lo que puedo decirte por ahora, tendrás
que esforzarte en recordar quién eres.-
Finalmente
nuestros pasos nos llevaron a la lóbrega villa que había al final
del camino. Talismán apenas habló mucho más, y yo aunque deseaba
preguntarle más cosas, entendí su primera negativa.
“¿Por
qué me había buscado? ¿Quién era esa persona que quería
encontrarme?”
Las
preguntas volvían a agolparse en mi cabeza. Observé como le daba
unas monedas a un muchacho joven, que tomaba las riendas de Opar y la
llevaba hacia el establo, impresionado también al ver a la criatura
exótica. Había empezado a llover, y entramos en la taberna para que
ella se refugiase.
-No
me has dicho quién eres, Talismán.-
-Soy
una hechicera, Tirias, que se gana la vida trabajando para otros por
unas monedas de plata y oro.-
Me
senté junto a ella en una mesa apartada que había escogido,
mientras pedía una cerveza para ella y una jarra de agua para mi. El
tabernero no hizo preguntas, simplemente trajo las bebidas. Observé
el fuego arder y crepitar en la chimenea, algunos se colocaban cerca
de el para secarse y combatir el frío de la noche. Yo ni siquiera lo
había notado al entrar dentro de la posada. La sensación era igual
para mi en todo momento, y la luminosidad que desprendía no me
resulta molesta.
-Bebe,
aunque muerto, tu cuerpo necesitará ese líquido Tirias.-
No
pregunté, cogí la jarra y me la bebí mientras ella sacaba un
estuche de su bolsa de viaje. Era de madera y estaba muy bien
cuidado, barnizado y finamente decorado. Lo abrió, y de su interior
sacó una baraja de cartas curiosamente hermosa. Estaban hechas de
madreperla, electrum y pan de oro y tenían la apariencia de estar
muy cuidadas. Ella me miró, sus ojos castaños con ese leve tono
rojizo fijos en mi.
-Acerca
la mano, y haz una pregunta.-
Hice
lo que me pidió, pero sin llegar a tocar la delicada baraja.
-¿Por
dónde empiezo?-
Por
un segundo creí ver que sonreía, pero fue una ilusión. Ella se
limitó a asentir, y cuando retiré mi mano colocó tres cartas
bocabajo sobre la mesa, donde había colocado previamente un tapete
que no había advertido. Una de ella, la de mi derecha, sobresalía
en mi dirección. Talismán la cogió y le dio la vuelta, y esta
mostraba a un hombre colgado de los pies, con el cuello seccionado
que sangraba sobre un cuenco dispuesto bajo su cabeza, lleno ya con
su sangre, y donde un cuervo se apoyaba.
-El
Torturado.-
Volví
la mirada a ella, que estaba observando las otras dos cartas sin
permitirme verlas.
-¿Qué
significa?-
-Que
debes comenzar por el final, Hemfall.-
-Hemfall..-
Y
de pronto, ya no estaba allí.
“Mullido
bajo mi cuerpo, cómodo y cálido. Unas velas que se están
extinguiendo poco a poco iluminan la estancia que no estoy
observando. Noto movimiento, alguien extiende una manta sobre mi.
Estoy tumbado en una cama, con la cabeza apoyada en una almohada
suave y mullida. Unos labios besan mi frente.
-Buenas
noches, mi pequeño Hemfall...-
La
figura se aleja, siento una calidez extraña en mi cuerpo. Mis ojos
se cierran y mis labios se curvan en una sonrisa. Huele bien. Huele a
Gardenias, y por alguna razón, eso me tranquiliza y me hace sentir
querido.”
Parpadee
al volver a la realidad, confuso por lo que acababa de ver. ¿Qué
había sido eso? Volví mi vista hacia Talismán, que me estaba
mirando fijamente y con intensidad.
-Acabo
de ver... una cama, cómoda, una manta que me cubre. Olía a
Gardenias y alguien me daba las buenas noches...-
-Tu
Madre solía usar perfume de gardenias, Tirias.-
-Mi
Madre...-
-Céntrate.
Tenemos que comenzar por el final.-
-¿Y
qué quiere decir eso?-
-Tenemos
que averiguar como moriste, Tirias.-
Talismán
se puso en pie y habló con el posadero, le entrego unas monedas, y
después se dispuso a subir al piso de arriba. La seguí con la
mirada y después me encaminé. Sabía que encontrara lo que
encontrase, no iba a causarme más que dolor.
Continuará...
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