viernes, 11 de septiembre de 2015

Memorias en el Hielo I


Memorias en el Hielo

I





Tirias, ven a mi...”





Cuando abrí los ojos, cuando desperté, me sentí perdido. Parpadee confuso, mirando a mi alrededor ¿Dónde estaba? Lo primero que vi fueron árboles, muchos, estaba en un bosque bastante frondoso y sin embargo en medio de una encrucijada de caminos. Unas lámparas metálicas y oxidadas que pendían de unos postes iluminaban vagamente la zona. Miré hacia arriba, advertí estrellas entre el poco cielo que ramas y hojas me permitían ver. De alguna forma, sabía que tenía que buscar a alguien. Era una sensación curiosa, porque al descender la vista y observar mis propias manos, me percaté de algo.

-¿Quién soy?-

Mi pensamiento se vio interrumpido por el golpeteo de unos cascos. Como si fuera parte de mi instinto, me tensé enseguida y volví la vista en dirección al sonido. Por el ruido y la sensación en mi propio cuerpo, me dí cuenta de que yo mismo estaba portando una armadura metálica que hasta el momento no había percibido. Entonces, de entre los árboles, surgieron dos figuras. La primera parecía un caballo, pero no lo era, su piel era blanca recorrida por rayas negras como si formasen un patrón, y un cuerno coronaba la frente del animal. Sobre esa criatura, una mujer. Se acercó a mi, y pude vislumbrarla mejor.

Su cabello de color fuego estaba recogido en una sencilla coleta que caía por su espalda, y vestía unos extraños ropajes hechos de pieles, exóticos, como la criatura que montaba. Sus ojos se posaron en mí, eran castaños, pero entorno a la pupila se volvían de un tono rojizo que recordaba a una hoja otoñal. Al colocarse a mi altura, supe de inmediato que esa era la persona a la que estaba buscando. Pero ¿Por qué?

-Tu...-

-Al fin has despertado.-

-¿Quién soy?-

La mujer esbozó una sonrisa curiosa.

-Eres Tirias Hemfall.-

El nombre no me decía nada, pero por alguna razón sentí que encajaba. Ella desmontó de la extraña criatura con agilidad pese a vestir con esa extraña toga, y se acercó a mi hasta colocarse enfrente. Justo entonces me di cuenta de que cada vez que inspiraba y expiraba soltaba vaho, y que al dejar de hacerlo, no sentía ninguna incomodidad. No estaba respirando.

-Estoy seguro de que tendrás muchas preguntas, Tirias.-

-¿Qué... soy? Que...-

-Fuiste humano una vez, estuviste vivo, pero caíste y después fuiste alzado. Eso es lo que eres, Tirias, un alma encerrada en un cuerpo que una vez te perteneció.-

-Estoy... muerto.-

-No del todo, aun no.-

-Pero yo... No recuerdo nada, estoy confuso. ¿Por qué siento que tenía que buscarte a ti?-

-Porque fui yo quién te liberó y te ha hecho recuperar tu conciencia, aunque por desgracia no tus recuerdos. Por eso sentías que debías encontrarme, y así lo has hecho ¿No?-

Ella se acercó un poco más, su rostro estaba bastante serio, percibí como me analizaba con su mirada y me evaluaba. No pude evitar preguntarme quién era ella y como me había liberado, pero no sabía por donde comenzar a preguntar.

-Se lo que te estás preguntando, Tirias. Me llamo Talismán, y en efecto, no es un caballo, mi montura se llama Opar, y viene de una tierra lejana más allá del mar, hacia el oeste. Me contrataron para encontrarte.-

-¿Quién?-

-Ahora no es el momento ni el lugar para hablar esto, ven conmigo, hay una villa más adelante.-

Observé como tomaba con una mano las riendas de “Opar” y me indicaba que la siguiera. Desconfiaba de ella, todo me parecía muy extraño, pero tampoco tenía opción, y creo que ella lo sabía. Decidí seguirla para tratar de encontrar algunas respuestas a todas las preguntas que comenzaban a asaltar mi mente. ¿Estaba muerto? De pronto me dí cuenta de que apenas sentía nada a mi alrededor ¿Hacía frío o no? No podía saberlo, y cuando trataba de pensar en la idea, solo podía sentir una rabia que me hacía sentir a la vez un vacío dentro de mi mismo, como si me fuera imposible comprender mis emociones, si es que llegaba a percibirlas. Traté de apartar tantos pensamientos de mi cabeza, y me coloqué a su altura.

-¿Cómo sabes quien soy?-

-Aparte de porque me contrataron, también te vi cuando vivías. Te lo recuerdo, eres Tirias Hemfall, eras un noble con tierras en el campo heredadas de tu Padre. Fuiste a luchar al Norte, contra la propia muerte, pero nunca regresaste, hasta ahora.-

-Sabes mucho de mi entonces ¿Por qué no me lo cuentas todo?-

-Porque tienes que ir recordando poco a poco, y por tu propio pie. Si te lo dijera todo es posible que no pudieras soportarlo, quizá tu mente colapsaría. No es solo lo que has hecho en vida, Tirias, si no también en muerte. Hay una razón por la que hago esto, tendrás que confiar en mi.-

-¿No vas a decirme quién me contrato?-

-Fue alguién que te amó. Es todo lo que puedo decirte por ahora, tendrás que esforzarte en recordar quién eres.-

Finalmente nuestros pasos nos llevaron a la lóbrega villa que había al final del camino. Talismán apenas habló mucho más, y yo aunque deseaba preguntarle más cosas, entendí su primera negativa.

¿Por qué me había buscado? ¿Quién era esa persona que quería encontrarme?”

Las preguntas volvían a agolparse en mi cabeza. Observé como le daba unas monedas a un muchacho joven, que tomaba las riendas de Opar y la llevaba hacia el establo, impresionado también al ver a la criatura exótica. Había empezado a llover, y entramos en la taberna para que ella se refugiase.

-No me has dicho quién eres, Talismán.-

-Soy una hechicera, Tirias, que se gana la vida trabajando para otros por unas monedas de plata y oro.-

Me senté junto a ella en una mesa apartada que había escogido, mientras pedía una cerveza para ella y una jarra de agua para mi. El tabernero no hizo preguntas, simplemente trajo las bebidas. Observé el fuego arder y crepitar en la chimenea, algunos se colocaban cerca de el para secarse y combatir el frío de la noche. Yo ni siquiera lo había notado al entrar dentro de la posada. La sensación era igual para mi en todo momento, y la luminosidad que desprendía no me resulta molesta.

-Bebe, aunque muerto, tu cuerpo necesitará ese líquido Tirias.-

No pregunté, cogí la jarra y me la bebí mientras ella sacaba un estuche de su bolsa de viaje. Era de madera y estaba muy bien cuidado, barnizado y finamente decorado. Lo abrió, y de su interior sacó una baraja de cartas curiosamente hermosa. Estaban hechas de madreperla, electrum y pan de oro y tenían la apariencia de estar muy cuidadas. Ella me miró, sus ojos castaños con ese leve tono rojizo fijos en mi.

-Acerca la mano, y haz una pregunta.-

Hice lo que me pidió, pero sin llegar a tocar la delicada baraja.

-¿Por dónde empiezo?-

Por un segundo creí ver que sonreía, pero fue una ilusión. Ella se limitó a asentir, y cuando retiré mi mano colocó tres cartas bocabajo sobre la mesa, donde había colocado previamente un tapete que no había advertido. Una de ella, la de mi derecha, sobresalía en mi dirección. Talismán la cogió y le dio la vuelta, y esta mostraba a un hombre colgado de los pies, con el cuello seccionado que sangraba sobre un cuenco dispuesto bajo su cabeza, lleno ya con su sangre, y donde un cuervo se apoyaba.

-El Torturado.-

Volví la mirada a ella, que estaba observando las otras dos cartas sin permitirme verlas.

-¿Qué significa?-

-Que debes comenzar por el final, Hemfall.-

-Hemfall..-

Y de pronto, ya no estaba allí.

“Mullido bajo mi cuerpo, cómodo y cálido. Unas velas que se están extinguiendo poco a poco iluminan la estancia que no estoy observando. Noto movimiento, alguien extiende una manta sobre mi. Estoy tumbado en una cama, con la cabeza apoyada en una almohada suave y mullida. Unos labios besan mi frente.

-Buenas noches, mi pequeño Hemfall...-

La figura se aleja, siento una calidez extraña en mi cuerpo. Mis ojos se cierran y mis labios se curvan en una sonrisa. Huele bien. Huele a Gardenias, y por alguna razón, eso me tranquiliza y me hace sentir querido.”

Parpadee al volver a la realidad, confuso por lo que acababa de ver. ¿Qué había sido eso? Volví mi vista hacia Talismán, que me estaba mirando fijamente y con intensidad.

-Acabo de ver... una cama, cómoda, una manta que me cubre. Olía a Gardenias y alguien me daba las buenas noches...-

-Tu Madre solía usar perfume de gardenias, Tirias.-

-Mi Madre...-

-Céntrate. Tenemos que comenzar por el final.-

-¿Y qué quiere decir eso?-

-Tenemos que averiguar como moriste, Tirias.-

Talismán se puso en pie y habló con el posadero, le entrego unas monedas, y después se dispuso a subir al piso de arriba. La seguí con la mirada y después me encaminé. Sabía que encontrara lo que encontrase, no iba a causarme más que dolor.

Continuará...


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