Memorias en el Hielo
V
“...¿Ella?...”
La luminosidad me
sorprendió cuando abandonamos el lóbrego bosque al cruzar el río.
Elwynn no se parecía en nada a la Villa donde habíamos estado, era
apacible y había varios viajeros por el camino que no nos prestaron
demasiada atención. Cabalgaba a la par que Talismán y Opar al
tiempo que me sorprendía de recordar como montar.
-¿Yaribel sabe lo
que me ha ocurrido? ¿Sabe que he regresado?-
Talismán me miró
sin detener a su exótica montura.
-En cierta forma
si, pero aunque se lo hemos intentando explicar le cuesta entenderlo.
No es fácil aceptar que alguien a quien creíste perdido puede
regresar, pero de la forma en la que tu lo has hecho.-
-Es por eso que no
quieres decirme donde encontrarla.-
-No solo por eso,
ya te he dicho que aun no estás preparado y deberías recordar más.
Pero tarde o temprano tendrás que hacerlo, esa es una de las razones
por las que estás aquí.-
-¿Para
reencontrarme con ella?-
-Si, pero para
ayudarla.-
-¿Ayudarla? No te
entiendo.-
-Dejaste muchas
cosas por hacer en vida, Tirias. Al morir en Rasganorte y nadie
encontrar tu cuerpo se te dio por perdido pero no por muerto, no del
todo al menos. Cuando te marchaste teníais bastantes deudas sin
pagar y ahora Yaribel vive acosada en parte por esos acreedores, pero
al no haber heredado tus tierras no puede hacer uso de ella para
pagar sus deudas.-
-Yo no puedo tomar
las riendas de mi casa, Talismán, yo estoy...-
-Ya lo sé, Tirias.
Pero hay algo que si puedes hacer, tu tenías el sello de tu familia
y eso es lo que necesitamos para poder cederle el título a Yaribel.
Sin embargo, nadie excepto tu sabía dónde estaba ese sello, por eso
es tan importante que logres recordar.-
-Ahora lo comprendo
mejor. De todas formas solo fue un pensamiento fugaz, los de mi clase
no podemos volver a relacionarnos con los vivos. Ni siquiera se si
podré llegar a sentir algo más que no sea esta rabia, este vacío y
este odio que me hace hervir.-
-Eso solo el tiempo
te lo dirá, Tirias. Pero quizá si que puedas volver a sentir
emociones propias de alguien vivo, porque técnicamente no estás del
todo muerto.-
Suspiré desviando
la mirada mientras sopesaba las palabras de Talismán. Me parecía
imposible sustituir por algo el vacío que sentía en el pecho y que
me estaba devorando. El odio ante el recuerdo de Tairen y mi
imposibilidad de sentir esa pérdida y esa tristeza. ¿Podría
regresar con Yaribel cuando hubiese recuperado mi memoria? ¿Qué
haría entonces? Lo más probable es que le pidiese a Talismán que
le dijese que había muerto, una vez encontrase el sello de la
familia Hemfall.
-¿Puedes hablar un
poco de ella o de mi pasado con ella?-
Talismán me miró
de reojo.
-¿No has recordado
nada tu mismo?-
-Cosas muy vagas.
Recuerdo que Yaribel era una mujer de origen humilde, pero que me
enamoré perdidamente de ella. Mi Padre se oponía a mi matrimonio
con ella, pero aun así yo continué exigiéndolo, tozudo. Creo que
no me iba a rendir bajo ningún concepto.-
-Bueno, es que así
es como tu solías ser. Nunca te rendías ante nada y siempre
tratabas de solucionar por tu propia mano todos los problemas que
aparecían ¿Recuerdas lo que te dije? Era una de las razones por las
que eras tan popular entre tus hombres.-
-Entonces desafíe
a mi Padre, pero no tuve éxito.-
-¿Y qué ocurrió
después, Tirias?-
Noté como los
recuerdos en forma de pequeñas trazas de mi vida fluían hasta mi
mente, sin parar. A veces no eran imágenes, si no puro conocimiento
de quién fui o que hice.
-Mi Padre murió,
sentí pena y desolación pero sin su estricta mirada di el paso y me
casé con Yaribel porque la amaba.-
Sentí que quería
sonreír, pero no pude.
“La estancia está vagamente
iluminada por unas cuántas velas. Han pasado meses desde la muerte
de mi Padre y ahora soy el señor de la familia Hemfall. Sin embargo
el peso de este cargo apenas me molesta, porque la compañía que
tengo a mi lado me cura de cualquier mal o preocupación que me
aflija. Sonrió y me giro en la cama justo para cruzarme con su
mirada azul y risueña, sus cabellos dorados sueltos sobre su espalda
de piel nacarada. La fina sábana apenas cubre su desnudez y está
tumbada bocabajo, con una sutil promesa escrita en la sonrisa que
dibujan sus labios.
-¿Perdido en tu propia mente, mi
amor?-
La miro de nuevo y sonrio sin poder
evitarlo.
-Perdido en ti, me temo. Deberías
estar ocupado pensando en las cuentas que tengo que hacer y en las
reuniones que debo mantener con otros miembros de familias nobles.
Pero es que cuando te miro, todo eso vuela de mi mente y tu la llenas
por completo.-
Ella ríe divertida, se incorpora un
poco y entonces siento la calidez de sus labios cuando besan los
míos. Al separarse, sus ojos azules están entrecerrados y su mirada
es tan dulce que siento que podría perderme para toda la eternidad
en ella.
-Eres un adulador, Tirias Hemfall.-
-Y tu eres preciosa, Yaribel.
¿Seguro que no te han esculpido unos dioses mientras yo no miraba?-
-¡Ah vamos! Para ya.-
Ríe de nuevo y yo con ella. Es tan
perfecta.
-Creo que tu Madre está algo
preocupada porque aun no tienes un heredero, mi amor.-
-¿Tu crees?-
-Si, tu Madre y supongo que todos
tus cercanos. La familia Hemfall debe continuar y es tu tarea ¿No?-
-Nuestra tarea, quieres decir.-
Ella sonríe de una forma traviesa,
invitadora.
-Si, nuestra tarea.-
Me vuelvo a quedarme mirándola. Y
pienso que si quieren un heredero ¿Por qué esperar? Estoy seguro de
que será algo maravilloso, y de que si es con Yaribel, me convertiré
en el hombre más feliz del mundo.
Todo es utópico, y entonces nos
perdemos juntos en nuestros cuerpos bajo las sábanas.”
El relincho de mi
caballo me despertó de mi ensoñación, de mi recuerdo. Talismán
esperaba tranquila, nos habíamos detenido mientras sufría mi
habitual trance cuando un recuerdo galopaba por mi mente y me
obligaba a revivirlo. Ella no me preguntó, simplemente se limitó a
hacerme un gesto para que continuásemos cuando vio que había
recuperado mi conciencia.
-Era un recuerdo de
Yaribel.-
-Ahá.-
-De tiempos más
felices, de poco después de casarnos a la muerte de mi Padre. Creo
que en aquella época fui especialmente feliz y cuando nació Tairen
aun más.-
Al mencionar a mi
hijo Talismán bajo la mirada con aire de tristeza.
-¿Y recuerdas algo
más?-
-Si. Se que la
muerte de Tairen supuso un duro golpe para nosotros. Yaribel y yo
nunca nos recuperamos de aquello. Recuerdo...-
“Entro en el salón de mi hogar
después de haber salido de caza. La madera de la chimenea arde con
poca fuerza iluminando la estancia con la escasa luz que proyecta.
Nada más cruzar el umbral de la puerta uno de los criados recoge mi
arco y mi carcaj. Miro entonces hacia arriba, allí donde las
escaleras alcanzan el segundo piso. Yaribel aparece, ataviada con un
vestido sencillo pero oscuro, caminando hasta apoyarse en la baranda
de madera.
-Yaribel-
Ella me mira con intensidad y sus
ojos azules me parecen lo más frío que he visto jamás en mi vida.
Siento como si me atravesasen y a la vez me cargasen con una culpa
que pesa demasiado. Avanzo un paso y entonces ella simplemente se
gira sin decirme nada y vuelve a su habitación cerrando la puerta de
forma sonora. Suspiro mientras una sensación de desasosiego se
agarra a mi pecho, me cuesta hasta respirar.
-Mi Señor ¿Le preparo un baño
caliente?-
Miro a la criada y trato de sonreír
sin éxito mientras niego suavemente con la cabeza.
-Solo traeme algo de guiso por
favor, estoy hambriento después de cabalgar toda la mañana.-
Camino hasta la mesa del comedor
central y me siento, centrando mi vista en la chimenea. Las memorias
se me agolpan y me duelen, me veo a mi mismo sentado frente al fuego
con mi hijo en brazos mientras dejo que observe maravillado a las
llamas crepitar mientras consumen la leña- Yaribel está sentada a
nuestro lado riendo, con esa sonrisa que ilumina hasta la más negra
de las oscuridades. Nuestros ojos se cruzan y brillan de pura
felicidad mientras Tairen parece reír y gorgojea. ¿Dónde han
quedado esos días?
-Aquí tiene, Mi Señor.-
Observo el plato de guiso y muevo el
contenido con la cuchara de madera, sin rastro del hambre que me
acuciaba cuando llegué a la mansión. Deseo que los tiempos más
felices regresen a nosotros aunque se que eso es imposible. Entonces
todo se me agolpa en el corazón, la sensación de tristeza y de
fracaso. Las preguntas que jamás debería hacerme llegan a mi ¿Cómo
sería Tairen de mayor? ¿Habríamos estado orgullosos Yaribel y yo
de el?
Pero las cosas que se han ido, no
siempre regresan.”
-Supongo que una
parte de ella me culpaba por lo ocurrido, y yo me culpaba a mi mismo
también. Me da rabia el pensar que morí sin poder arreglar las
cosas.-
-Morir no fue culpa
tuya, Tirias.-
La miré fijamente
y vi que sus ojos aun destilaban tristeza ante el recuerdo que había
compartido con ella. Talismán era mucho más humana de lo que yo
creía, quizá mi historia le estaba conmoviendo de verdad al no
haberla conocido tal y como fue.
-No, no lo fue.
Pero eso solo consigue que mi rabia aumente. Cuando partí hacia el
norte...-
“La miro y sigo viendo el reproche
en sus ojos. El mismo reproche que lleva dibujado más de un año,
una herida que no consigue cerrarse ni un solo milímetro.
-¿Por qué tienes que ir?-
-Ya te lo he dicho, Yaribel. Es mi
deber.-
El bullicio de la gente en el puerto
no es suficiente para aplacar la frialdad de su voz.
-Me dejas aquí, sola, encargada de
todo.-
-Porque confío en ti y además no
estarás sola, está mi madre contigo.-
-Sabes a lo que me refiero, Tirias.
Aunque te vayas lejos, no vas a poder cambiar lo de Tairen.-
-Yaribel, eso no tiene nada que
ver.-
No contesta, sus ojos siguen
mirándome con frialdad y despecho. Aun así no me puedo enfadar con
ella porque me siento en parte culpable de no poder remediar su dolor
ni el mio. Pero una parte de mi sabe que tengo que ir al norte, que
tengo que luchar. Confió en que Yaribel lo entenderá tarde o
temprano.
-Te quiero.-
-Ya.-
Mientras subo al barco la veo entre
el gentío que ha venido a despedir a los soldados que partimos hacia
la guerra. Cuando mis ojos se cruzan con los de ella me vuelve la
cabeza y se aleja perdiéndose entre la gente.
Y yo solo deseo volver a verla
sonreír.”
-Creo que quería
huir, Talismán. No podia soportar la frialdad de la mujer a la que
amaba, me estaba destruyendo.-
-Fuiste al norte
por deber, Tirias. Ellos una vez te quitaron todo lo que tenías ¿No?
Tenías que ir a combatir.-
-Pero si eso es
así, entonces Yaribel nunca lo comprendió. Creyó que la abandonaba
y yo estoy seguro de que seguía amándola. Supongo que nuestra
historia no es un cuento de hadas.-
-Ninguna lo es,
Tirias. Por eso son cuentos.-
-¿Queda mucho para
llegar a Ventormenta?-
-Si, será mejor
que descansemos aquí mientras dure la noche.-
-Bien. Yo montaré
guardia.-
Ella asintió
mientras nos alejábamos un poco del camino y buscábamos un sitio
donde cobijarnos. Se apoyó contra un árbol para poder conciliar
algo de sueño después de la larga marcha y yo me quedé observando
a nuestro alrededor. Suspiré mientras perdía la mirada en la
oscuridad de la noche, volviendo inevitablemente mis pensamientos
hacia mi propia muerte. Quería encontrar a quien me arrebató la
posibilidad de regresar con Yaribel, de arreglar mis errores. Y
entonces...
“Frío. El bosque helado. La noche
ha caído y apenas podía ver hasta que mis ojos se acostumbraron a
la oscuridad. Camino por la nieve hundiendo mis pies en ella con
suavidad para no hacer demasiado ruido. Atravieso parte del bosque
hasta que escucho un ruido inquietante.
¿Es eso un sollozo?
Acelero mi paso hasta llegar a un
pequeño claro en el bosque en cuyo centro hay un árbol más grande
que el resto. Sigue haciendo frío, tanto que podría helar hasta la
sangre. Pero entonces es cuando la veo.
A los pies del árbol solloza, cae
de rodillas. Sus cabellos son negros como el ala de un cuervo. Sus
manos arrancan unos ropajes propios de los cultores de la Plaga hasta
que su cuerpo desnudo queda expuesto, blanco y hermoso. Sigue
sollozando.
Me acerco despacio para no
alertarla. La situación me causa curiosidad y temor al mismo tiempo.
¿Conozco a esa mujer? ¿La he visto antes? Sigo acercándome y
entonces piso una rama por accidente, estaba demasiado absorto en
ella para ver donde colocaba mis pies. Su rostro se gira.
Y sus ojos me atraviesan con una
mirada cargada de desolación.”
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