miércoles, 30 de septiembre de 2015

Memorias en el Hielo V

Memorias en el Hielo

V



...¿Ella?...”



La luminosidad me sorprendió cuando abandonamos el lóbrego bosque al cruzar el río. Elwynn no se parecía en nada a la Villa donde habíamos estado, era apacible y había varios viajeros por el camino que no nos prestaron demasiada atención. Cabalgaba a la par que Talismán y Opar al tiempo que me sorprendía de recordar como montar.

-¿Yaribel sabe lo que me ha ocurrido? ¿Sabe que he regresado?-

Talismán me miró sin detener a su exótica montura.

-En cierta forma si, pero aunque se lo hemos intentando explicar le cuesta entenderlo. No es fácil aceptar que alguien a quien creíste perdido puede regresar, pero de la forma en la que tu lo has hecho.-

-Es por eso que no quieres decirme donde encontrarla.-

-No solo por eso, ya te he dicho que aun no estás preparado y deberías recordar más. Pero tarde o temprano tendrás que hacerlo, esa es una de las razones por las que estás aquí.-

-¿Para reencontrarme con ella?-

-Si, pero para ayudarla.-

-¿Ayudarla? No te entiendo.-

-Dejaste muchas cosas por hacer en vida, Tirias. Al morir en Rasganorte y nadie encontrar tu cuerpo se te dio por perdido pero no por muerto, no del todo al menos. Cuando te marchaste teníais bastantes deudas sin pagar y ahora Yaribel vive acosada en parte por esos acreedores, pero al no haber heredado tus tierras no puede hacer uso de ella para pagar sus deudas.-

-Yo no puedo tomar las riendas de mi casa, Talismán, yo estoy...-

-Ya lo sé, Tirias. Pero hay algo que si puedes hacer, tu tenías el sello de tu familia y eso es lo que necesitamos para poder cederle el título a Yaribel. Sin embargo, nadie excepto tu sabía dónde estaba ese sello, por eso es tan importante que logres recordar.-

-Ahora lo comprendo mejor. De todas formas solo fue un pensamiento fugaz, los de mi clase no podemos volver a relacionarnos con los vivos. Ni siquiera se si podré llegar a sentir algo más que no sea esta rabia, este vacío y este odio que me hace hervir.-

-Eso solo el tiempo te lo dirá, Tirias. Pero quizá si que puedas volver a sentir emociones propias de alguien vivo, porque técnicamente no estás del todo muerto.-

Suspiré desviando la mirada mientras sopesaba las palabras de Talismán. Me parecía imposible sustituir por algo el vacío que sentía en el pecho y que me estaba devorando. El odio ante el recuerdo de Tairen y mi imposibilidad de sentir esa pérdida y esa tristeza. ¿Podría regresar con Yaribel cuando hubiese recuperado mi memoria? ¿Qué haría entonces? Lo más probable es que le pidiese a Talismán que le dijese que había muerto, una vez encontrase el sello de la familia Hemfall.

-¿Puedes hablar un poco de ella o de mi pasado con ella?-

Talismán me miró de reojo.

-¿No has recordado nada tu mismo?-

-Cosas muy vagas. Recuerdo que Yaribel era una mujer de origen humilde, pero que me enamoré perdidamente de ella. Mi Padre se oponía a mi matrimonio con ella, pero aun así yo continué exigiéndolo, tozudo. Creo que no me iba a rendir bajo ningún concepto.-

-Bueno, es que así es como tu solías ser. Nunca te rendías ante nada y siempre tratabas de solucionar por tu propia mano todos los problemas que aparecían ¿Recuerdas lo que te dije? Era una de las razones por las que eras tan popular entre tus hombres.-

-Entonces desafíe a mi Padre, pero no tuve éxito.-

-¿Y qué ocurrió después, Tirias?-

Noté como los recuerdos en forma de pequeñas trazas de mi vida fluían hasta mi mente, sin parar. A veces no eran imágenes, si no puro conocimiento de quién fui o que hice.

-Mi Padre murió, sentí pena y desolación pero sin su estricta mirada di el paso y me casé con Yaribel porque la amaba.-

Sentí que quería sonreír, pero no pude.

La estancia está vagamente iluminada por unas cuántas velas. Han pasado meses desde la muerte de mi Padre y ahora soy el señor de la familia Hemfall. Sin embargo el peso de este cargo apenas me molesta, porque la compañía que tengo a mi lado me cura de cualquier mal o preocupación que me aflija. Sonrió y me giro en la cama justo para cruzarme con su mirada azul y risueña, sus cabellos dorados sueltos sobre su espalda de piel nacarada. La fina sábana apenas cubre su desnudez y está tumbada bocabajo, con una sutil promesa escrita en la sonrisa que dibujan sus labios.

-¿Perdido en tu propia mente, mi amor?-

La miro de nuevo y sonrio sin poder evitarlo.

-Perdido en ti, me temo. Deberías estar ocupado pensando en las cuentas que tengo que hacer y en las reuniones que debo mantener con otros miembros de familias nobles. Pero es que cuando te miro, todo eso vuela de mi mente y tu la llenas por completo.-

Ella ríe divertida, se incorpora un poco y entonces siento la calidez de sus labios cuando besan los míos. Al separarse, sus ojos azules están entrecerrados y su mirada es tan dulce que siento que podría perderme para toda la eternidad en ella.

-Eres un adulador, Tirias Hemfall.-

-Y tu eres preciosa, Yaribel. ¿Seguro que no te han esculpido unos dioses mientras yo no miraba?-

-¡Ah vamos! Para ya.-

Ríe de nuevo y yo con ella. Es tan perfecta.

-Creo que tu Madre está algo preocupada porque aun no tienes un heredero, mi amor.-

-¿Tu crees?-

-Si, tu Madre y supongo que todos tus cercanos. La familia Hemfall debe continuar y es tu tarea ¿No?-

-Nuestra tarea, quieres decir.-

Ella sonríe de una forma traviesa, invitadora.

-Si, nuestra tarea.-

Me vuelvo a quedarme mirándola. Y pienso que si quieren un heredero ¿Por qué esperar? Estoy seguro de que será algo maravilloso, y de que si es con Yaribel, me convertiré en el hombre más feliz del mundo.

Todo es utópico, y entonces nos perdemos juntos en nuestros cuerpos bajo las sábanas.”

El relincho de mi caballo me despertó de mi ensoñación, de mi recuerdo. Talismán esperaba tranquila, nos habíamos detenido mientras sufría mi habitual trance cuando un recuerdo galopaba por mi mente y me obligaba a revivirlo. Ella no me preguntó, simplemente se limitó a hacerme un gesto para que continuásemos cuando vio que había recuperado mi conciencia.

-Era un recuerdo de Yaribel.-

-Ahá.-

-De tiempos más felices, de poco después de casarnos a la muerte de mi Padre. Creo que en aquella época fui especialmente feliz y cuando nació Tairen aun más.-

Al mencionar a mi hijo Talismán bajo la mirada con aire de tristeza.

-¿Y recuerdas algo más?-

-Si. Se que la muerte de Tairen supuso un duro golpe para nosotros. Yaribel y yo nunca nos recuperamos de aquello. Recuerdo...-

Entro en el salón de mi hogar después de haber salido de caza. La madera de la chimenea arde con poca fuerza iluminando la estancia con la escasa luz que proyecta. Nada más cruzar el umbral de la puerta uno de los criados recoge mi arco y mi carcaj. Miro entonces hacia arriba, allí donde las escaleras alcanzan el segundo piso. Yaribel aparece, ataviada con un vestido sencillo pero oscuro, caminando hasta apoyarse en la baranda de madera.

-Yaribel-

Ella me mira con intensidad y sus ojos azules me parecen lo más frío que he visto jamás en mi vida. Siento como si me atravesasen y a la vez me cargasen con una culpa que pesa demasiado. Avanzo un paso y entonces ella simplemente se gira sin decirme nada y vuelve a su habitación cerrando la puerta de forma sonora. Suspiro mientras una sensación de desasosiego se agarra a mi pecho, me cuesta hasta respirar.

-Mi Señor ¿Le preparo un baño caliente?-

Miro a la criada y trato de sonreír sin éxito mientras niego suavemente con la cabeza.

-Solo traeme algo de guiso por favor, estoy hambriento después de cabalgar toda la mañana.-

Camino hasta la mesa del comedor central y me siento, centrando mi vista en la chimenea. Las memorias se me agolpan y me duelen, me veo a mi mismo sentado frente al fuego con mi hijo en brazos mientras dejo que observe maravillado a las llamas crepitar mientras consumen la leña- Yaribel está sentada a nuestro lado riendo, con esa sonrisa que ilumina hasta la más negra de las oscuridades. Nuestros ojos se cruzan y brillan de pura felicidad mientras Tairen parece reír y gorgojea. ¿Dónde han quedado esos días?

-Aquí tiene, Mi Señor.-

Observo el plato de guiso y muevo el contenido con la cuchara de madera, sin rastro del hambre que me acuciaba cuando llegué a la mansión. Deseo que los tiempos más felices regresen a nosotros aunque se que eso es imposible. Entonces todo se me agolpa en el corazón, la sensación de tristeza y de fracaso. Las preguntas que jamás debería hacerme llegan a mi ¿Cómo sería Tairen de mayor? ¿Habríamos estado orgullosos Yaribel y yo de el?

Pero las cosas que se han ido, no siempre regresan.”

-Supongo que una parte de ella me culpaba por lo ocurrido, y yo me culpaba a mi mismo también. Me da rabia el pensar que morí sin poder arreglar las cosas.-

-Morir no fue culpa tuya, Tirias.-

La miré fijamente y vi que sus ojos aun destilaban tristeza ante el recuerdo que había compartido con ella. Talismán era mucho más humana de lo que yo creía, quizá mi historia le estaba conmoviendo de verdad al no haberla conocido tal y como fue.

-No, no lo fue. Pero eso solo consigue que mi rabia aumente. Cuando partí hacia el norte...-

La miro y sigo viendo el reproche en sus ojos. El mismo reproche que lleva dibujado más de un año, una herida que no consigue cerrarse ni un solo milímetro.

-¿Por qué tienes que ir?-

-Ya te lo he dicho, Yaribel. Es mi deber.-

El bullicio de la gente en el puerto no es suficiente para aplacar la frialdad de su voz.

-Me dejas aquí, sola, encargada de todo.-

-Porque confío en ti y además no estarás sola, está mi madre contigo.-

-Sabes a lo que me refiero, Tirias. Aunque te vayas lejos, no vas a poder cambiar lo de Tairen.-

-Yaribel, eso no tiene nada que ver.-

No contesta, sus ojos siguen mirándome con frialdad y despecho. Aun así no me puedo enfadar con ella porque me siento en parte culpable de no poder remediar su dolor ni el mio. Pero una parte de mi sabe que tengo que ir al norte, que tengo que luchar. Confió en que Yaribel lo entenderá tarde o temprano.

-Te quiero.-

-Ya.-

Mientras subo al barco la veo entre el gentío que ha venido a despedir a los soldados que partimos hacia la guerra. Cuando mis ojos se cruzan con los de ella me vuelve la cabeza y se aleja perdiéndose entre la gente.

Y yo solo deseo volver a verla sonreír.”

-Creo que quería huir, Talismán. No podia soportar la frialdad de la mujer a la que amaba, me estaba destruyendo.-

-Fuiste al norte por deber, Tirias. Ellos una vez te quitaron todo lo que tenías ¿No? Tenías que ir a combatir.-

-Pero si eso es así, entonces Yaribel nunca lo comprendió. Creyó que la abandonaba y yo estoy seguro de que seguía amándola. Supongo que nuestra historia no es un cuento de hadas.-

-Ninguna lo es, Tirias. Por eso son cuentos.-

-¿Queda mucho para llegar a Ventormenta?-

-Si, será mejor que descansemos aquí mientras dure la noche.-

-Bien. Yo montaré guardia.-

Ella asintió mientras nos alejábamos un poco del camino y buscábamos un sitio donde cobijarnos. Se apoyó contra un árbol para poder conciliar algo de sueño después de la larga marcha y yo me quedé observando a nuestro alrededor. Suspiré mientras perdía la mirada en la oscuridad de la noche, volviendo inevitablemente mis pensamientos hacia mi propia muerte. Quería encontrar a quien me arrebató la posibilidad de regresar con Yaribel, de arreglar mis errores. Y entonces...

Frío. El bosque helado. La noche ha caído y apenas podía ver hasta que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad. Camino por la nieve hundiendo mis pies en ella con suavidad para no hacer demasiado ruido. Atravieso parte del bosque hasta que escucho un ruido inquietante.

¿Es eso un sollozo?

Acelero mi paso hasta llegar a un pequeño claro en el bosque en cuyo centro hay un árbol más grande que el resto. Sigue haciendo frío, tanto que podría helar hasta la sangre. Pero entonces es cuando la veo.

A los pies del árbol solloza, cae de rodillas. Sus cabellos son negros como el ala de un cuervo. Sus manos arrancan unos ropajes propios de los cultores de la Plaga hasta que su cuerpo desnudo queda expuesto, blanco y hermoso. Sigue sollozando.

Me acerco despacio para no alertarla. La situación me causa curiosidad y temor al mismo tiempo. ¿Conozco a esa mujer? ¿La he visto antes? Sigo acercándome y entonces piso una rama por accidente, estaba demasiado absorto en ella para ver donde colocaba mis pies. Su rostro se gira.


Y sus ojos me atraviesan con una mirada cargada de desolación.”

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