Con este primer texto, quiero comenzar a mostrar pequeños retazos de los pensamientos que en ocasiones me asaltan, y a la vez usarlo para practicar mi escritura con objetivo de mejorarla para el futuro, donde tendré que seguir luchando por conseguir un método que permita divulgar y transmitir sin caer en lo abstracto y lo "pedante". Aun así, lector, quiero que tomes nota de que lo que vas a leer no es un ensayo, está todo escrito bajo mi punto de vista y con inclusión de mis vivencias personales, y es un borrador de las cosas que pasan por mi mente.
Lo
que es Bueno.
Hace
relativamente poco, en el momento en que escribo esto apenas dos o
tres días, estaba tomando un café con mis compañeros de clase en
la facultad después de una sesión de estudio intensiva que, a decir
verdad, sirvió más bien para poco pero fue divertida. La cuestión
es que nuestra conversación derivó de la doctrina política de
Platón, al conocido Socialismo utópico o protosocialismo, que
basaba gran parte de su teoría en la afirmación de que: “El
hombre es bueno por naturaleza”.
Uno
de mis compañeros no pudo contener la risa ante esa afirmación, y
exclamó que no era cierto, porque el hombre era malo por
naturaleza, incluso egoísta o de una forma más coloquial “un
cabrón”. Cuando lo afirmó con esa vehemencia, me dio lugar a
cuestionarme esa afirmación, de hecho, me cuestioné ambas como ya
he hecho muchas veces en compañía de amigos con los que he debatido
esto.
Yo
siempre he pensando que ambas afirmaciones son realmente erróneas,
porque los conceptos de “bueno” o “malo” son puramente
humanos y asociados a lo que conocemos como ética o moral.
Interpretamos las acciones como buenas o malas según nuestro código
de conducta moral y nuestra propia cultura, de esa forma para
nosotros matar a alguien para, por ejemplo, robarle veinte euros es
un comportamiento malo, y ayudar a una señora mayor que no logra
cruzar la calle a hacerlo, sería un buen comportamiento.
Ahora
bien, si nos situamos en la naturaleza la cosa es diferente, y voy a
pasar a explicarlo. Empezaré diciendo que la propia naturaleza se
rige por unas normas físicas no-humanas, desde los procesos
químicos más elementales, a la ley de la gravedad y pasando por el
instinto de los animales, que viene condicionado por su
predisposición filogenética y no obedece a la razón, que es algo
que solo hemos desarrollado la especie humana. Partiendo de lo
anterior ¿Podemos calificar de “malo” al león que caza a una
pobre e inocente cebra para alimentarse? No, no lo hacemos,
comprendemos que es el ciclo natural de la vida, de las cosas que
ocurren en la naturaleza. Y esto es porque la naturaleza no tiene
moral en sí misma, si no que la moral es un invento propiamente
humano fruto de nuestra capacidad de raciocinio.
Explicado
el punto acerca de la naturaleza, quiero retomar el tema principal de
esta pequeña reflexión. No podemos negar que hay personas que
podríamos calificar de “malas” o realmente despreciables
incluso, de la misma manera que en la vida nos encontramos con gente
“buena”, de gran corazón, a la que vemos realizar acciones que
pueden llegar incluso a emocionarnos. Pero esos comportamientos o esa
forma de ser, no viene dada por la naturaleza del hombre, es decir,
no estamos predispuestos filogenéticamente a odiarnos por motivos de
raza, religión o ideología ni tampoco a viajar a países en
conflicto para salvar vida. Lo que cabría preguntarse es que hace a
un hombre malo y que lo hace bueno.
Los
motivos de lo anterior pueden ser muchos. ¿Qué hace a un hombre
malo? Desde nuestro punto de vista, el de nuestra cultura y sociedad,
puede ser fruto del odio, de las situaciones de su vida que lo hayan
llevado a tener un desprecio absoluto por la vida de otros, o
simplemente por una falta enorme de educación básica. Y es justo el
tema de la educación donde quiero detenerme, porque para mi, y en
mi opinión, es una de las bases más importantes a la hora de
definirnos como personas para en el futuro ser como somos. Comprendo
dos bases de educación que están estrechamente relacionadas pero
sin ser exactamente lo mismo, y que quiero pasar a explicar.
La
primera es lo que mucha gente denomina “Cultura general”, que
viene a ser el conocimiento que se tiene de la propia cultura y de
otras, de los saberes específicos y del mundo en general. “El
saber no ocupa lugar” es la frase que se me antoja más apropiada
para esta explicación, y es que cuánto más sabemos acerca de las
cosas, más se abre nuestra mente a conocer y respetar otros puntos
de vista y materias. En este ámbito, siempre he tenido una
experiencia personal muy enriquecedora conviviendo con mis dos
compañeros de piso, amigos de mucho tiempo, los cuáles son
estudiosos y entendidos de las ciencias más puras, en este caso las
matemáticas y la ingeniería, mientras que yo siempre he sido muy
aficionado a las ciencias sociales, y aun más a la historia y el
arte. Es sorprendente lo que puede aprenderse de ellos al
intercambiar conocimientos, y es que aunque nunca seré un matemático o un ingeniero, saber de esos temas me abre la mente a conocer más
y entender mejor el mundo que me rodea, y los que me estéis leyendo y
no lo sepáis, os sorprenderíais tanto de la gran utilidad que tienen
las matemáticas en nuestro día a día, como la filosofía. Sea tu
especialidad la física, el latín, el derecho o la biología, no
importa, conocer más del mundo y ampliar tu saber y tu cultura es
muy importante para forjarte como persona. Por ello, no solo nos
debemos servir de lo estudiado cuando somos jóvenes, si no también
tener afán por saber más de lo que nos muestran.
La
segunda base a la que quiero referirme es la educación como persona,
que aunque se nutre de la anterior, se mueve por una vía distinta.
Esta educación viene dada por dos vías, la de nuestros Padres o
tutores, familiares, que nos educan a lo largo de nuestro crecimiento
como personas, y la de las relaciones con otras personas. Cuando nos
relacionamos, aprendemos mucho acerca del respeto a otras personas y
de compartir o debatir acerca de opiniones o creencias. De la misma
forma, nuestros Padres desde nuestra infancia nos enseñan que es lo
“bueno” y lo “malo”, nos educan en ese aspecto moral incluso
antes de que lleguemos a la guardería o a al colegio. Esa educación
es vital para nosotros, y definirá en gran medida la persona en la
que nos convertiremos. En este caso, y distanciándome un poco de la
posición analítica del tema y entrando en el ámbito personal, he de
decir que mis Padres, por ejemplo, siempre me educaron en el respeto
a las diferentes creencias, ideologías o cualquier otra diferencia
respecto a mi punto de vista. Hicieron especial hincapié en ese
respeto necesario, y que yo ahora veo como algo esencial para la
convivencia en cualquier tipo de comunidad, pues sin el respeto, la
sociedad probablemente se acabaría quebrando. Por ello, todo lo que
soy y todo lo buena persona, pues nunca somos perfectos, que pueda
llegar a ser se lo debo y se lo deberé a mis Padres y su
eterna paciencia y dedicación por mi y mi formación como persona
antes que nada.
A
pesar de todo esto, e incluso con una educación que podríamos
tildar de excelente, la vida de una persona puede estar llena de
situaciones que modifican su personalidad y su percepción de las
cosas, y nada nos puede asegurar que quien creíamos que era “bueno”
se acaba convirtiendo en todo lo contrario. Aun así, y sabiendo que
en todo lo que puede durar nuestra vida cometeremos acciones malas y
buenas, quizá lo necesario es tratar de vivir nuestra vida
valiéndonos en gran medida de atributos como la empatía para evitar
dañar a otros, pero a la vez autorrealizarnos como personas. Si los
seres humanos hemos creado el bien y el mal, entonces está en
nosotros la capacidad de poder ser buenas o malas personas en la
medida en que nuestras acciones sean de una u otra forma en el
contexto cultural en el que vivimos.
A
modo de conclusión, creo que hemos hecho una breve distinción entre
lo natural y lo humano para poder determinar que lo bueno o lo malo
no nos viene dado por naturaleza, si no que el ser bueno o malo es y
siempre será culpa de nuestras acciones, y nunca de nuestra
naturaleza, en la que desde luego no podremos escudarnos a modo de
excusa para justificar nuestra forma de ser.
Gracias
por leer.
Me gusta. Pero en la educación como persona yo añadiría que tiene una gran influencia la sociedad y los valores que en ella se hayan establecido a lo largo de los años. Esos valores sociales también pueden "prescribir" que es bueno y que es malo. Por ejemplo, dar limosna. Algo que desde un punto de vista general y rápido se entendería como algo "bueno", podría no serlo si quien la pide va a usarla para comprar drogas... Entonces, ¿el que da limosna es bueno y el que no la da es malo?
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