Duncan
Thausam
Pecados I
El
sol acaba de salir hacía poco por el este, y la ciudad de
Ventormenta comenzaba a despertar ahora. Aún había algunos que
despertaron antes del alba para llevar acabo sus tareas, Duncan era
uno de esos, y se encontraba ahora en pie frente a la Catedral. Con
un suspiro, comprobó que llevaba bien abrochada la chaqueta, que
estaba alisada y que sus pantalones no tenían algún agujero
traicionero. Sonrió al ver que todo estaba en orden, se peinó un
poco la melena con ambas manos y se encaminó, subiendo por la
escalinata que llevaba al interior del recinto sagrado.
Dejó
su arma a la entrada y caminó por la inmensa estancia, donde la luz
que entraba por la vidrieras hacía parecer a aquel lugar realmente
un sitio sagrado. El silencio inundaba todo, apenas había gente tan
temprano salvo los sacerdotes y paladines habituales, y sus pasos al
entrar resonaron por la estancia.
-Duncan.-
Se
giró para ver al Padre Mathew, con su habitual sonrisa cubierta por
una espesa barba blanca, su rostro arrugado y moreno y su visible
calva, fruto de la edad y no del sacerdocio.
-Padre.
Disculpe que haya llegado tan temprano.-
-No
te preocupes, Duncan. Siempre hay sitio aquí para ti, ven conmigo.-
El
sacerdote le invitó a sentarse en un banco de piedra, bajo unas
vidrieras, apartado de la bóveda central de la Catedral. Duncan ya
conocía bien ese asiento. El padre se recogió su túnica para
sentarse junto a el y le miró sin borrar la sonrisa de su rostro.
-¿Has
venido a confesar tus faltas ante la Luz, Duncan?-
-Si,
Padre.-
-Vienes
a hacerlo cada semana ¿Tanto mal haces en tan poco tiempo?-
El
tono del Sacerdote sonó en cierto modo jocoso y Duncan sonrió
divertido. Mathew siempre trataba de quitarle hierro a los asuntos
que pesaban sobre su mente.
-Creo
que no obtengo perdón por muchas veces que vengo, Padre. Quizá mis
faltas ya no tienen perdón-
-Estoy
seguro de que si estás arrepentido, la Luz te perdonará, Duncan.
Todos tenemos derecho a redimirnos.-
-Es
lo que quiero creer, Padre. Se lo prometo.-
-Bueno
¿Y qué falta es la que te atormenta esta vez, Duncan?-
-El
Odio Padre, el odio que siento hacia mi propia sangre.-
-¿Y
es ese odio lo que tu consideras un pecado?-
-Mi
pecado es haber sido crédulo, Padre. Mi pecado es no haber visto la
oscuridad donde siempre estuvo. Y lo que ello conllevó.-
-Quizá
exageras, Duncan. Odiar... es algo que puede llegar a ser natural,
pero es pasajero. No siempre odiarás.-
-No,
no siempre. Hasta que cumpla mi venganza.-
El
Padre Mathew negó despacio, mientras los ojos de Duncan se quedaban
fijos en una de las coloridas vidrieras, perdiéndose en el
recuerdo...
-¡Duncaaaaaaaaaaan!-
La
explosión de la bola de cañón voló por los aires la primera línea
de la barricada improvisada, hecha de carromatos y mesas y casi hace
volar al Gilneano de no ser porque se apartó saltando hacia atrás.
-¡Duncan, mueve el culo! ¡Vuelve aquí!-
Dunca
corrió a toda prisa y salto tras la segunda línea de las
barricadas, refugiandose en ella y respirando acelerado. Miró a su
lado y vio a Harold Mcgregor, su amigo de toda la infancia, con esa
cara de tipo malo y su cabello pelirrojo. Llevaba su chaqueta marrón
favorita, demasiado elegante para venir a la guerra.
-Joder
Duny, casi te parten en dos.-
-Tenía
que ir a recuperar esto.-
Le
mostró el mosquete sonriendo y le guiñó un ojo, trozos de astillas
volaron por encima de ellos al impactar las balas de los monárquicos
contra la barricada.
-Si
que le coges cariño a las armas. Vaya mierda de aprendiz de herrero
que eres.-
-Al
menos tengo éxito con las mujeres, los Mcgregor tenéis suerte si
conseguís que una cabra se fije en vosotros.-
Ambos
Gilneanos rieron, Duncan le propinó un puñetazo amistoso en el
hombro a Harold, luego ambos asintieron, asomaron la cabeza y
realizaron un disparo con sus mosquetes para volver a refugiarse.
Duncan sacó su reloj de bolsillo, aun funcionaba, miró la hora que
era y se sonrió.
-Vamos
bien de tiempo, aun no ha caído la noche. Con suerte Crowley llegará
hasta Cringris rápidamente, y acabaremos esto de un plumazo. No
quiero tener que matar a más de los nuestros.-
-Ni
yo, esto se está volviendo un marrón. Ya hemos perdido a muchos.-
-La
Guerra es así. No se consigue la victoria sin sacrificios.-
-Vaya,
vas para general. ¿Quién te enseñó eso? ¿Anduin Lothar?-
-Eh,
que yo también se leer.-
-Espero
que dispares mejor que lees, Duny.-
Mientras
realizaban otro disparo, un tipo enorme, alto y fornido, se acercó
corriendo a ellos. Vestía una Chaqueta negra sobre la que había
improvisado una armadura hecha de trozos de cuero bien amarrados en
posiciones estratégicas. Duncan le saludó con un asentimiento de
cabeza.
-Ey,
Donelly. ¿Cómo va la cosa, Capitán?-
-Jodida,
están presionando fuerte en esta calle, y si la perdemos dejamos la
espalda de Crowley al descubierto.-
-Joder,
pues ataquemos de frente. Démosles duro, al estilo de los del Campo.-
-Ni
de coña, Duncan. Han traído cañones y nosotros no hemos ni podido
sacar los nuestros aún. Las calles que llevan al almacén de pólvora
están bloqueadas.-
-Cuando
el venga, tendremos suficientes refuerzos como para golpearles con
fuerza.-
-¿Crees
que llegará a tiempo?-
-Si,
es listo cuando se trata de estas cosas.-
-Bien,
entonces retrocedamos un poco, no quiero exponeros a todos a esos
cañones de la Guardia.-
Duncan
y Harold asintieron a Donelly, “El Gigante Montegro” le apodaban
sus hombres, y se decía que había acabado el mismo con dos orcos
solo con sus manos. Las buenas historias siempre animan a los soldados.
Un par de últimos disparos y los dos amigos salieron a la carrera,
justo antes de que la barricada explotase tras ellos. Duncan volvió
a rodar entre el polvo y las astillas, sintió que unas manos le
agarraban del hombro y tiraban de el, y cuando pudo abrir los ojos y
recuperarse del mareo de la explosión, se encontró bajo un
soportal.
-Joder...
Que explosión. Me sabe toda la boca a puñetera madera-
Tosió
con fuerza para luego inspirar y recuperar el aliento. Entonces giró
la mirada hacia su lado y vió a Harold, tirado en el suelo con su
chaqueta favorita empapándose de sangre y balbuceando.
-¡Mierda!-
Sacó
las vendas que llevaba en sus falquitreras y comenzó a presionar
sobre las heridas de Harold. Miro a Donelly, que enseguida asintió y
se agachó ayudándole.
-Aguanta,
aguanta maldita sea, ya viene la ayuda.-
-Mierda,
está perdiendo mucha sangre Duncan ¿Dónde está?-
-¡Vendrá!
Mi hermano estará al caer, el es médico, solo tenemos que aguantar
un poco más Capitán.-
-Presiona
con fuerza, no dejes que se duerma.-
-¡Vamos
Harold! ¡Joder, vamos!-
Siguió
presionando la herida, la metralla surgida de la explosión debía
haberle alcanzado por todos lados, pero no importaba, cuando llegase
su hermano se encargaría de el, le había visto solucionar cosas
mucho peores. Los segundos se convirtieron en minutos, a su alrededor
la pelea continuaba mientras ambos trataban de contener la
hemorragia. Duncan sudaba sin dejar de hablar, de maldecir, de poner
más y más vendas hasta que se quedó sin ellas.-
-Vamos...
Vamos...-
-Duncan,
para. Está muerto.-
Miró
a Donelly, con el rostro impasible y mordiéndose un labio, luego a
Harold tendido en el suelo, pálido y con los ojos abiertos. Había
dejado de respirar.
-No....-
-Duncan...
Tenemos que...-
-¡Quietos!-
Cuando
se dieron cuenta, varios guardias les rodeaban apuntandoles con
mosquetes. El que parecía de más rango entre ellos se acercó, sin
dejar de apuntarles.
-Crowley
ha sido capturado. Os aconsejó que depongáis las armas, rebeldes. Se
ha acabado. Estáis detenidos.-
Duncan
miró a su alrededor, como si esperase un milagro. Le pareció ver
algo moverse entre las sombras.
-¿Oliver?...
¿Oliver?-
No
había nada, solo muerte, solo destrucción. Su hermano no estaba ahí
para salvarlo, no podía verle. No es que lo hubiesen apresado. No
había venido. La rabia le inundó por dentro, sintió ganas de
rugir, de matar. Sin embargo, solo miró al frente, y después gritó.
-¡Oliveeeeeeeer!-
-¿Duncan?-
Salió
de su ensimismamiento, miró al Padre Mathew y esbozó una sonrisa.
-¿Que
otra falta querías comentarme, Duncan?-
El
Gilneano se mesó la barba, parpadeó y sin abandonar su sonrisa
contestó.
-Acerca
de mis ansias de matar a un hombre, Padre.-
Solo puedo decir, que al leer este inicio de la historia, me ha puesto los pelos de punta... quiero saber más de este personaje!! >.<
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