martes, 29 de septiembre de 2015

Memorias en el Hielo IV

Memorias en el Hielo

IV



“¿Estás llorando?”




-¿Qué es lo que quieres enseñarme, Talismán?-

Descendimos por las escaleras de la taberna para luego dirigirnos hacia la salida. Aun había gente reunida junto al fuego, aunque no eran los mismos que el día anterior. Algunos me dirigieron mirada de reojo cargadas de curiosidad o desprecio, así que me coloqué mi yelmo para ocultar mi rostro de los demás. Pensé que era lo mejor.

-Ahora lo verás, no seas impaciente.-

-Talismán, anoche yo...-

Me interrumpí cuando al salir de la posada una mujer se acercó a nosotros. Era joven y de cabellos negros, peinados en una melena lisa. Me fijé en que no era tan alta como Talismán, más bien bajita para la estatura media que veía en los humanos de mi alrededor. Comenzó a hacerle preguntas a mi acompañante y yo desvié la mirada hacia el cielo. Era temprano y había amanecido, pero en aquel pueblo parecía que siguiera siendo de noche por la oscuridad que lo envolvía ¿Sería algún tipo de maldición? Cuando regresé en mi, otra persona había aparecido e interrumpido la conversación de ambas mujeres, en ese momento Talismán volvió la vista a mi.

-Vamos-

Asentí y la seguí hasta lo que parecía el edificio central de la Villa, una especie de ayuntamiento. Entramos y me llevó hasta la biblioteca de este, donde se puso a ojear entre las estanterías hasta sacar un libro grande y bien encuadernado, que llevó hasta una de las mesas y abrió mientras me indicaba que me acercase.

-Mira...-

Seguí con la mirada como pasaba las distintas páginas hasta que daba con la que buscaba. Sus labios se curvaron en una fugaz sonrisa cuando dio con ello y se apartó del libro para permitirme ver mejor.

-Es el escudo de tu familia-

-¿El de los Hemfall? ¿Tenemos escudo?-

-Pues claro que si, mira.-

Observé la página abierta, en ella se veía un halcón de heráldica, que sostenía en una de sus garras una flecha y en la otra una espada. En la punta de cada ala del animal había tres estrellas de diferentes tamaños.

-Vuestro lema era: “Siempre nos alzamos”-

Sonreí ante lo irónico del lema de mi familia, pero en ese momento y mientras miraba fijamente el halcón del blasón y recordaba el lema un recuerdo me asaltó...

-¡Certero-

Sonrio mientras observo como mi Halcón desciende a toda velocidad desde los cielos y se posa por encima de mi muñeca, mirándome con ojos inteligentes.

-Esta vez te habías alejado bastante ¿Eh?-

Le acaricia bajo el pico mientras el ladea su cabeza. Es un buen compañero, y lo he criado desde que era un polluelo.

-Marcharás conmigo al norte ¿Verdad?-

El halcón me mira fijamente ¿Comprenderá lo que significa lo que estamos apunto de emprender? No lo sé, pero se que siempre ha estado conmigo y deseo que siempre sea así.”


Parpadee y miré a Talismán.

-Me gustaba mucho la cetrería. Y tenía un Halcón llamado Certero.-

-Si. De hecho, estaba contigo incluso antes de que llegaseis al sur.-

-¿Los Hemfall no siempre fuimos del Sur?-

-No, tu casa habitó mucho antes en el norte Tirias, en Lordaeron. Allí poseíais vuestras tierras hasta que la plaga atacó y os expulsó de allí. Tu abuelo había mantenido buenas relaciones con el Reino de Ventormenta, así que acabasteis viniendo al sur.-

-¿Y nuestras tierras?-

-De eso te hablaré en otro momento. Las del Norte ya no son vuestras, por así decirlo, y al sur teníais una haciendo en el Bosque con varios terrenos. Pero tu situación económica no siempre fue la mejor.-

-Comprendo. Talismán, tengo que hablarte de que recordé a...-

-Hola de nuevo.-

Me giré justo para ver como por la puerta de la biblioteca entraba la mujer de cabellos negros, acompañada por dos hombres, uno pelirrojo de aspecto joven y el otro con el pelo castaño y más maduro. De nuevo interrumpido. Afirmaron ser tramperos y comenzaron a negociar algo con Talismán. No presté mucha atención a su conversación, pues mis pensamientos se fueron directamente hacia ella. ¿A qué se dedicaría exactamente? Talismán parecía negociar con soltura y afirmaba ser una hechicera aparte de una echadora de cartas y por lo que hablaba parecía bastante segura de si misma. La mujer emanaba un aura de misterio que me inquietaba en todo momento, pero sus gestos me hacían confiar en ella de alguna manera. ¿Podría preguntarle más abiertamente quién era o había sido...?

-Tirias, venga, nos vamos a Ventormenta.-

La miré saliendo de mi reflexión interior.

-Venga.-

-Si, claro.-

Asentí y la seguí, me giré para ver como aquellos supuestos tramperos se despedían de mi con la mano. La mujer de negro sonreía de una forma despreocupada que por alguna razón me irritó y sentí que no tenia ninguna necesidad de devolverle a ellos la amabilidad de esa despedida.

-Hasta pronto, Caballero.-

Giré la cabeza para mirarla. Quería decirle simplemente adiós, pero no pude. ¿Mi propia condición me volvía intratable? ¿O simplemente no quería congeniar con los vivos? Evité hacerme demasiadas preguntas y simplemente me giré sin añadir nada, marchándome por donde Talismán se había ido antes de poder escuchar cualquier queja de ellos o ver que expresaban sus rostros. Pero no olvidaré el nombre de esa mujer de cabellos negros, Hela.

Seguí a Talismán fuera del ayuntamiento y mientras montaba en Opar y me conseguía una montura a mi. Consideré que era algo inútil ya que no sentía que pudiera cansarme, pero no me apetecía llevarle la contraria así que cabalgué a su lado cuando salimos de la Villa entre la penumbra de ese bosque. Fue en ese momento cuando sentí que podía por fin decirlo.

-Recordé a Yaribel, Talismán.-

Ella me miró arqueando una ceja, levemente impresionada.

-¿Y qué recordaste exactamente?-

-La recordé junto a un arroyo riendo y salpicándome, con sus cabellos rubios mojados y sus ojos azules brillantes, con una sonrisa que cuando era joven me deleitaba y me enloquecía a la vez.-

-La amaste con mucha intensidad.-

-¿Sigue viva?-

Talismán suspiró y seguidamente se hizo el silencio durante lo que fueron minutos insoportables para mi.

-Si. Ella me contrató.-

-¿Dónde reside?-

-Aun no estás preparado para saber eso, Tirias. Tendrás que recordar por ti mismo de nuevo.-

Gruñí, de nuevo más secretos. Supongo que Talismán tendría sus razones para no decirme todo lo que deseaba saber, pero eso no lo hacía menos frustrante. Fue entonces cuando...

Suena una voz dulce en mi cabeza. Es una canción de cuna, y observó una sonrisa que no identifico. Y una felicidad me embarga al escuchar la risa de un niño”

-¿Yaribel y yo teníamos un hijo...?-

Talismán se giró y me miró fijamente, sus ojos de pronto me parecieron gélidos, pero seguidamente tristes.

-Si.-

-¿Está con ella?-

Ella frenó a Opar y yo hice lo mismo con mi caballo. Suspiró y de nuevo se hizo el silencio entre ambos mientras sus ojos me estudiaban. Esos ojos castaños con el leve fulgor rojizo que me hacían sentir que no podía ocultarles nada.

-Tu hijo murió, Tirias. Lo siento.-

La observé. Ella estaba triste al decírmelo ¿Y yo? Yo no sentía nada. Tuve un hijo y lo perdí y no tenía ni un ápice de tristeza en mi corazón, ni un leve recuerdo de el. ¿Era esto lo que me habían hecho? ¿Despojarme de toda mi humanidad? Una rabia ardiente creció dentro de mi, destructiva y abrasiva, tenía ganas de matar a alguien solo por la frustración que ahora recorría mi cuerpo. No podía sentir la pérdida y eso solo me producía odio hacia mi mismo y hacia quién me convirtió en lo que soy.

-¿Cómo se llamaba?-

-Se llamaba Tairen, era un niño.-

-¿Qué ocurrió?-

-Una enfermedad, Tirias.-

Corro entre las gente a toda velocidad mientras llevo a mi hijo entre mis brazos, estrechándolo contra mi pecho. Se que tengo que encontrar un sacerdote que me ayude cuánto antes, pero todo el mundo está buscando como yo ayuda tras el asedio de los muertos vivientes a la ciudad.

-¡Ayuda! ¡Por favor!-

-Papá...-

Miro a Tairen, con sus ojos verdes y mirándome fijamente. Mi Tairen. Se que tengo que salvarlo sin importar como, siempre soluciono todos los problemas que se me presentan y Yaribel confía en mi. El pequeño confía en mi.

-¡Por favor! ¡Un sacerdote aquí! ¡Por favor!-

Corro de nuevo, empujo a varias personas que caen al suelo pero no presto atención a sus maldiciones e insultos. Todo lo que importa para ahí es lo que tengo entre los brazos. Siento sus pequeñas manos aferrarse a las mangas de mi jubón con la poca fuerza que le queda. Luego, siento como afloja. Le miro.

-¿Tairen?-

Ha cerrado sus ojos verdes, parece haberse quedado dormido. Alguien me empuja por la espalda y caigo de rodillas al suelo aferrando con fuerza a Tairen para que no caiga de mis brazos. Pero ya no está haciendo fuerza por aferrarse a mi. Le miro y entonces una parte de mi muere.

-¡Tairen!-

Siento los ojos azules de Yaribel fríos mirándome aunque no está aquí conmigo. Siento que son como dos espadas de hielo que me atraviesan el corazón. Y luego lo veo a el correteando por el salón de la mansión mientras ríe y le persigo haciéndome el torpe. Sus ojos verdes brillantes y su sonrisa de niño, tan inocente y hermosa. Mi hijo. Mi Tairen.

Vuelvo a la realidad, pero es demasiado tarde. Demasiado tarde de nuevo. Noto las lágrimas brotando de mis ojos, cálidas, y recorriendo mis mejillas. Brotan sin cesar, como nunca antes lo habían hecho.

Yo nunca lloro.

Mentira, Tirias.”


Vuelvo a mi momento, miro a Talismán y veo que sus ojos están cargados de preocupación por mi. Quizá realmente haga esto por algo más que dinero, o al menos realmente se toma en serio mi estado y mi memoria.

-Si quieres, podemos...-

-Continuemos, Talismán. Aun queda un largo trecho hasta Ventormenta ¿No?-

Ella asiente y vuelve a poner a Opar en marcha marcando el ritmo mientras la sigo. Observo de nuevo el bosque, siniestro y oscuro, mientras contengo la rabia que me hierve por dentro y comienza a quemarme.


Quien quiera que fuera el culpable, pagará por esto. Por todo lo que me ha arrebatado.

1 comentario:

  1. Como siempre, me dejas con ganas de saber más... y la forma en que has jugado con el crescendo de las emociones... brutal.
    Me declaro fan incondicional de tu obra. Quiero más! ^^

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