Memorias en el Hielo
IV
“¿Estás llorando?”
-¿Qué es lo que quieres enseñarme,
Talismán?-
Descendimos por las escaleras de la
taberna para luego dirigirnos hacia la salida. Aun había gente
reunida junto al fuego, aunque no eran los mismos que el día
anterior. Algunos me dirigieron mirada de reojo cargadas de
curiosidad o desprecio, así que me coloqué mi yelmo para ocultar mi
rostro de los demás. Pensé que era lo mejor.
-Ahora lo verás, no seas impaciente.-
-Talismán, anoche yo...-
Me interrumpí cuando al salir de la
posada una mujer se acercó a nosotros. Era joven y de cabellos
negros, peinados en una melena lisa. Me fijé en que no era tan alta
como Talismán, más bien bajita para la estatura media que veía en
los humanos de mi alrededor. Comenzó a hacerle preguntas a mi
acompañante y yo desvié la mirada hacia el cielo. Era temprano y
había amanecido, pero en aquel pueblo parecía que siguiera siendo
de noche por la oscuridad que lo envolvía ¿Sería algún tipo de
maldición? Cuando regresé en mi, otra persona había aparecido e
interrumpido la conversación de ambas mujeres, en ese momento
Talismán volvió la vista a mi.
-Vamos-
Asentí y la seguí hasta lo que
parecía el edificio central de la Villa, una especie de
ayuntamiento. Entramos y me llevó hasta la biblioteca de este, donde
se puso a ojear entre las estanterías hasta sacar un libro grande y
bien encuadernado, que llevó hasta una de las mesas y abrió
mientras me indicaba que me acercase.
-Mira...-
Seguí con la mirada como pasaba las
distintas páginas hasta que daba con la que buscaba. Sus labios se
curvaron en una fugaz sonrisa cuando dio con ello y se apartó del
libro para permitirme ver mejor.
-Es el escudo de tu familia-
-¿El de los Hemfall? ¿Tenemos
escudo?-
-Pues claro que si, mira.-
Observé la página abierta, en ella se
veía un halcón de heráldica, que sostenía en una de sus garras
una flecha y en la otra una espada. En la punta de cada ala del
animal había tres estrellas de diferentes tamaños.
-Vuestro lema era: “Siempre nos
alzamos”-
Sonreí ante lo irónico del lema de mi
familia, pero en ese momento y mientras miraba fijamente el halcón
del blasón y recordaba el lema un recuerdo me asaltó...
“-¡Certero-
Sonrio mientras observo como mi
Halcón desciende a toda velocidad desde los cielos y se posa por
encima de mi muñeca, mirándome con ojos inteligentes.
-Esta vez te habías alejado
bastante ¿Eh?-
Le acaricia bajo el pico mientras el
ladea su cabeza. Es un buen compañero, y lo he criado desde que era
un polluelo.
-Marcharás conmigo al norte
¿Verdad?-
El halcón me mira fijamente
¿Comprenderá lo que significa lo que estamos apunto de emprender?
No lo sé, pero se que siempre ha estado conmigo y deseo que siempre
sea así.”
Parpadee y miré a Talismán.
-Me gustaba mucho la cetrería. Y tenía
un Halcón llamado Certero.-
-Si. De hecho, estaba contigo incluso
antes de que llegaseis al sur.-
-¿Los Hemfall no siempre fuimos del
Sur?-
-No, tu casa habitó mucho antes en el
norte Tirias, en Lordaeron. Allí poseíais vuestras tierras hasta
que la plaga atacó y os expulsó de allí. Tu abuelo había
mantenido buenas relaciones con el Reino de Ventormenta, así que
acabasteis viniendo al sur.-
-¿Y nuestras tierras?-
-De eso te hablaré en otro momento.
Las del Norte ya no son vuestras, por así decirlo, y al sur teníais
una haciendo en el Bosque con varios terrenos. Pero tu situación
económica no siempre fue la mejor.-
-Comprendo. Talismán, tengo que
hablarte de que recordé a...-
-Hola de nuevo.-
Me giré justo para ver como por la
puerta de la biblioteca entraba la mujer de cabellos negros,
acompañada por dos hombres, uno pelirrojo de aspecto joven y el otro
con el pelo castaño y más maduro. De nuevo interrumpido. Afirmaron
ser tramperos y comenzaron a negociar algo con Talismán. No presté
mucha atención a su conversación, pues mis pensamientos se fueron
directamente hacia ella. ¿A qué se dedicaría exactamente? Talismán
parecía negociar con soltura y afirmaba ser una hechicera aparte de
una echadora de cartas y por lo que hablaba parecía bastante segura
de si misma. La mujer emanaba un aura de misterio que me inquietaba
en todo momento, pero sus gestos me hacían confiar en ella de alguna
manera. ¿Podría preguntarle más abiertamente quién era o había
sido...?
-Tirias, venga, nos vamos a
Ventormenta.-
La miré saliendo de mi reflexión
interior.
-Venga.-
-Si, claro.-
Asentí y la seguí, me giré para ver
como aquellos supuestos tramperos se despedían de mi con la mano. La
mujer de negro sonreía de una forma despreocupada que por alguna
razón me irritó y sentí que no tenia ninguna necesidad de
devolverle a ellos la amabilidad de esa despedida.
-Hasta pronto, Caballero.-
Giré la cabeza para mirarla. Quería
decirle simplemente adiós, pero no pude. ¿Mi propia condición me
volvía intratable? ¿O simplemente no quería congeniar con los
vivos? Evité hacerme demasiadas preguntas y simplemente me giré sin
añadir nada, marchándome por donde Talismán se había ido antes de
poder escuchar cualquier queja de ellos o ver que expresaban sus
rostros. Pero no olvidaré el nombre de esa mujer de cabellos negros,
Hela.
Seguí a Talismán fuera del
ayuntamiento y mientras montaba en Opar y me conseguía una montura a
mi. Consideré que era algo inútil ya que no sentía que pudiera
cansarme, pero no me apetecía llevarle la contraria así que
cabalgué a su lado cuando salimos de la Villa entre la penumbra de
ese bosque. Fue en ese momento cuando sentí que podía por fin
decirlo.
-Recordé a Yaribel, Talismán.-
Ella me miró arqueando una ceja,
levemente impresionada.
-¿Y qué recordaste exactamente?-
-La recordé junto a un arroyo riendo y
salpicándome, con sus cabellos rubios mojados y sus ojos azules
brillantes, con una sonrisa que cuando era joven me deleitaba y me
enloquecía a la vez.-
-La amaste con mucha intensidad.-
-¿Sigue viva?-
Talismán suspiró y seguidamente se
hizo el silencio durante lo que fueron minutos insoportables para mi.
-Si. Ella me contrató.-
-¿Dónde reside?-
-Aun no estás preparado para saber
eso, Tirias. Tendrás que recordar por ti mismo de nuevo.-
Gruñí, de nuevo más secretos.
Supongo que Talismán tendría sus razones para no decirme todo lo
que deseaba saber, pero eso no lo hacía menos frustrante. Fue
entonces cuando...
“Suena una voz dulce en mi cabeza.
Es una canción de cuna, y observó una sonrisa que no identifico. Y
una felicidad me embarga al escuchar la risa de un niño”
-¿Yaribel y yo teníamos un hijo...?-
Talismán se giró y me miró
fijamente, sus ojos de pronto me parecieron gélidos, pero
seguidamente tristes.
-Si.-
-¿Está con ella?-
Ella frenó a Opar y yo hice lo mismo
con mi caballo. Suspiró y de nuevo se hizo el silencio entre ambos
mientras sus ojos me estudiaban. Esos ojos castaños con el leve
fulgor rojizo que me hacían sentir que no podía ocultarles nada.
-Tu hijo murió, Tirias. Lo siento.-
La observé. Ella estaba triste al
decírmelo ¿Y yo? Yo no sentía nada. Tuve un hijo y lo perdí y no
tenía ni un ápice de tristeza en mi corazón, ni un leve recuerdo
de el. ¿Era esto lo que me habían hecho? ¿Despojarme de toda mi
humanidad? Una rabia ardiente creció dentro de mi, destructiva y
abrasiva, tenía ganas de matar a alguien solo por la frustración
que ahora recorría mi cuerpo. No podía sentir la pérdida y eso
solo me producía odio hacia mi mismo y hacia quién me convirtió en
lo que soy.
-¿Cómo se llamaba?-
-Se llamaba Tairen, era un niño.-
-¿Qué ocurrió?-
-Una enfermedad, Tirias.-
“Corro entre las gente a toda
velocidad mientras llevo a mi hijo entre mis brazos, estrechándolo
contra mi pecho. Se que tengo que encontrar un sacerdote que me ayude
cuánto antes, pero todo el mundo está buscando como yo ayuda tras
el asedio de los muertos vivientes a la ciudad.
-¡Ayuda! ¡Por favor!-
-Papá...-
Miro a Tairen, con sus ojos verdes y
mirándome fijamente. Mi Tairen. Se que tengo que salvarlo sin
importar como, siempre soluciono todos los problemas que se me
presentan y Yaribel confía en mi. El pequeño confía en mi.
-¡Por favor! ¡Un sacerdote aquí!
¡Por favor!-
Corro de nuevo, empujo a varias
personas que caen al suelo pero no presto atención a sus maldiciones
e insultos. Todo lo que importa para ahí es lo que tengo entre los
brazos. Siento sus pequeñas manos aferrarse a las mangas de mi jubón
con la poca fuerza que le queda. Luego, siento como afloja. Le miro.
-¿Tairen?-
Ha cerrado sus ojos verdes, parece
haberse quedado dormido. Alguien me empuja por la espalda y caigo de
rodillas al suelo aferrando con fuerza a Tairen para que no caiga de
mis brazos. Pero ya no está haciendo fuerza por aferrarse a mi. Le
miro y entonces una parte de mi muere.
-¡Tairen!-
Siento los ojos azules de Yaribel
fríos mirándome aunque no está aquí conmigo. Siento que son como
dos espadas de hielo que me atraviesan el corazón. Y luego lo veo a
el correteando por el salón de la mansión mientras ríe y le
persigo haciéndome el torpe. Sus ojos verdes brillantes y su sonrisa
de niño, tan inocente y hermosa. Mi hijo. Mi Tairen.
Vuelvo a la realidad, pero es
demasiado tarde. Demasiado tarde de nuevo. Noto las lágrimas
brotando de mis ojos, cálidas, y recorriendo mis mejillas. Brotan
sin cesar, como nunca antes lo habían hecho.
Yo nunca lloro.
Mentira, Tirias.”
Vuelvo a mi momento, miro a Talismán y
veo que sus ojos están cargados de preocupación por mi. Quizá
realmente haga esto por algo más que dinero, o al menos realmente se
toma en serio mi estado y mi memoria.
-Si quieres, podemos...-
-Continuemos, Talismán. Aun queda un
largo trecho hasta Ventormenta ¿No?-
Ella asiente y vuelve a poner a Opar en
marcha marcando el ritmo mientras la sigo. Observo de nuevo el
bosque, siniestro y oscuro, mientras contengo la rabia que me hierve
por dentro y comienza a quemarme.
Quien quiera que fuera el culpable,
pagará por esto. Por todo lo que me ha arrebatado.
Como siempre, me dejas con ganas de saber más... y la forma en que has jugado con el crescendo de las emociones... brutal.
ResponderEliminarMe declaro fan incondicional de tu obra. Quiero más! ^^