miércoles, 23 de septiembre de 2015

Memorias en el Hielo III

Memorias en el Hielo

III



¿Por qué huyes?”




Frío y el olor de la muerte. Estoy en un bosque de árboles muertos, grises y sin hojas, como recordatorio de lo hostil que es esta tierra. ¿Es de noche? No lo sé con seguridad, apenas hay luz aquí en ningún momento del día. Lo curioso es que no estoy solo, mis hombres me acompañan. Se quienes son, cada uno de ellos, y siento que debo protegerles y cumplir con mi misión. Aun así, no logro recordar cual es mi misión.

-Tenemos que irnos o nos mataran.-

Giro la vista hacia la voz femenina que resuena a mi lado. No alcanzo a ver su rostro, no puedo dibujarlo, pero si su cabello largo y negro como el plumaje de un cuervo. Su voz suena seria, preocupada, algo malo ocurre. Vuelvo a mirar el bosque helado y muerto, siento un escalofrío que reconozco como miedo. Pero ¿A qué temo?

-Tirias, tenemos que irnos.-

Tenemos que irnos. Si. Tengo que protegerlos.

Pero aún no.

De nuevo el cielo estrellado, hermoso pero frío. La calidez inconfundible de la sangre rodeándome, la vida escapándose de mi cuerpo con cada pequeña bocanada de aire. El mundo que me rodea continua, pero yo estoy estancado, estoy muriendo. De nuevo la sensación de pena y de dolor. Y una vez más, me siento triste. Nunca puede despedirme.”


Cuando abrí los ojos Talismán estaba observándome, apoyada en la mesa que tenía frente a mi. Parpadee y me incorporé seguidamente mientras movía algunas articulaciones para desentumecerlas. Tenía gracia, porque no las sentía entumecidas, pero debía ser un acto reflejo de un tiempo en el que estuve vivo.

-¿Lograste recordar algo, Tirias?-

Su mirada era tan serena y penetrante como siempre y sus palabras despertaron por primera vez en mi un cierto nerviosismo. Era cierto que había recordado a la que fue mi esposa, Yaribel, pero ¿Y si era ella quién había contratado a Talismán? O quizá ella estaba muerta y lo cierto es que no quería conocer la respuesta a esa pregunta, porque quizá Talismán no se equivocaba y no estaba preparado para ello.

-Si. Recordé algo anterior a mi muerte, en un bosque helado y muerte, estaba con mis hombres y una mujer de cabellos negros me decía que debíamos marcharnos. Después, de nuevo, el recuerdo de mi muerte sobre la nieve y bajo el cielo estrellado.-

El rostro de Talismán parecía inmutable ante lo que narraba, sus ojos castaños con ese leve fulgor rojo estaban fijos en mi. Me di cuenta de que ni yo podía estar seguro de confiar en esa mujer, pero de nuevo era mi única alternativa.

-Talismán.-

-¿Si?-

-¿Yo dirigía mi propia unidad de hombres en el norte?-

Ella negó suavemente con la cabeza, y entonces cogió una de las sillas de la pequeña antesala y se sentó enfrente de mi.

-No, Tirias. En realidad estabas bajo el mando de un superior, el Teniente Div. A pesar de ello, los hombres te respetaban mucho ¿Sabes? Eras bastante popular entre los demás, tenías valor y nunca te rendías ante la adversidad. Aparte de ello, eras un diestro guerrero, aunque recuerdo que no te gustaba llevar armaduras de placas precisamente.-

-¿Cómo que recuerdas?-

Ella ladeó levemente la cabeza, meciendo sus cabellos que aun no había recogido en su característica coleta.

-Estuve en la misma guarnición que tú en Rasganorte, simplemente no lo recuerdas. Pero yo recuerdo que eras bastante famoso entre los hombres del Teniente Div, siempre salíais victoriosos de todas vuestras misiones.-

-¿Me juntaba con el resto de los soldados?-

-¿Por qué no ibas a hacerlo?-

-Pensaba que al ser noble, sería algún tipo de oficial de alto rango, y quizá una persona orgullosa que no gustaba de juntarse con gente que no era de mi mismo... estatus.-

Talismán esbozó en ese momento lo que pareció una sonrisa fugaz, pero más real que la última vez que creí haberla visto.

-No, Tirias, no era así. Tenías tu orgullo, pero te hacías querer por los soldados y te juntabas con ellos. No siempre obedecías las órdenes al pie de la letra, pero la seguridad de los demás era tu principal preocupación. Bebíais y jugabais a las cartas todos juntos, y luego marchabais de misión en misión, como un grupo de élite.-

-¿Tenía conocidos?-

-Si, claro. No ibas solo de hecho, te acompañaba un amigo de la juventud al que apodabais culebra. Creo que erais muy íntimos, y se notaba bastante porque donde tu estabas el también, peleando codo con codo. Además de Culebra, estaba Toro. Era un hombre muy grande y fuerte, no sabia leer ni escribir, pero era muy leal y un buen amigo. Los tres cogisteis bastante fama en aquellos tiempos.-

-También había una mujer de cabellos negros, como ala de cuervo ¿Verdad?-

Talismán se llevó un dedo al labio mientras parecía hacer memoria. De pronto, me sentí intrigado por el recuerdo de esa mujer.

-Si... La llamaban Azogue, creo que era una especie de agente, pero no sé nada. Solo se que era reservada.-

-Azogue...-

-¿Te dice algo el nombre?-

-No, no logro recordarla, ni siquiera su rostro, solo su cabello.-

-Entonces quizá necesitas meditar aun más, Tirias.-

-Quizá. Pero aun no, Talismán. Quiero saber que ocurrió con mis compañeros de batalla. ¿Qué fue de Div, de Toro, Culebra o de esa mujer, Azogue?-

Talismán bajó la vista entonces al suelo y la sonrisa de sus labios desapareció. Pasaron unos segundos que se me hicieron eternos antes de que ella alzase la vista de nuevo y sin sonreír, con una tristeza tan profunda grabada en sus ojos, que estremeció lo que quedaba de mi alma.

-Murieron, Tirias. Al menos, murieron casi todos. Culebra y Toro fueron de los que se salvaron, pero Toro murió hace un año y de Culebra no he sabido nada.-

La miré, pero no sentía pena ni lástima. Y me odiaba por ello. En vida, debí de apreciar a esos hombres, y conocer todos y cada uno de sus nombres. Debimos ser camaradas de batalla y de taberna, pero ahora se habían perdido en el océano de mi amnesia y quién sabe si para siempre. Pero si alguno seguía vivo, quizá podría descubrir algo acerca de quién me traicionó y me asesinó.

-Talismán...-

-¿Si?-

-Si cuando me apuñalaron por la espalda me sorprendí, si tengo la sensación de que pudo ser alguien que conocía... ¿Crees que Toro, Culebra o quizá Azogue...?-

-Tienes que recordarlo tu mismo, Tirias.-

-O averiguarlo.-

Ella asintió y de pronto la tristeza de su mirada quedó apartada a un lado por una determinación que hacía que el brillo rojizo de sus ojos pareciesen verdaderas llamas.

-Si. Podemos ir a Ventormenta y buscar pistas sobre ellos. Quizá podamos averiguar algo.-

-Entonces eso haremos.-

Me puse en pié sintiendo como una nueva determinación me recorría el cuerpo, mi voluntad estaba reforzada ante el descubrimiento de encontrar una posible respuesta a lo ocurrido. Justo cuando estaba apunto de salir, Talismán habló de nuevo.

-Pero antes... hay algo que quiero enseñarte. Ven conmigo.-

Me adelantó saliendo ella primero y comenzó a bajar las escaleras. Mientras la veía alejarse, pensé que la próxima vez no perdería la oportunidad de preguntarle acerca de ella. Acerca de Yaribel.

Cruzamos nuestras espadas de madera entre risas. Somos jóvenes y temerarios, no pensamos mucho en las cosas y nos gusta soñar despiertos y jugar. La diferencia es que yo visto exquisitamente y el no y aun así siento que eso no es impedimento para que el sea mi mejor amigo sin ninguna duda.

-¡Vamos caballero Tirias! ¡Defiéndete!-

-¡Cuidado con esos golpes Culebra!-

Ambos reímos divertidos mientras entrechocamos de nuevo las espadas de entrenamiento, forcejeamos y nos hacemos retroceder el uno al otro.

-¿Pretendes así convertirte en un soldado, Tirias? ¡Así cogen las espadas los Kobolds!-

-¡Eso ya lo veremos! Cuando sea tu Capitán y tengas que besar mi culo, hablaremos.-

-Ni en tus mejor sueños, Hemfall.-

Flexiono las rodillas y me dispongo a saltar sobre el, entonces me asalta un pensamiento y se me encoge el pecho.

-Espera...-

-¿Qué ocurre?-

-¿Que hora crees que debe ser?-

Culebra miró al cielo rascándose la nuca.

-Pues el mediodía ha pasado hace poco, creo.-

-¡Mierda!-

-¿Pero qué ocurre?-

-¡Que he quedado con ella!-

Salí corriendo sin siquiera soltar la espada, dejando a un pobre Culebra con cara de pasmado a mi espalda. El riachuelo estaba cerca y seguramente ella ya me estaba esperando desde hacía unos minutos. Tendría que contarle la verdad de mi retraso, lo entendería, ella al menos era bastante más comprensiva que otros. Me sonreí sin poder evitarlo, evocando ya su imagen en mi cabeza.


Yaribel.”

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