Memorias
en el Hielo
III
“¿Por
qué huyes?”
“Frío y el olor de
la muerte. Estoy en un bosque de árboles muertos, grises y sin
hojas, como recordatorio de lo hostil que es esta tierra. ¿Es de
noche? No lo sé con seguridad, apenas hay luz aquí en ningún
momento del día. Lo curioso es que no estoy solo, mis hombres me
acompañan. Se quienes son, cada uno de ellos, y siento que debo
protegerles y cumplir con mi misión. Aun así, no logro recordar
cual es mi misión.
-Tenemos que irnos o
nos mataran.-
Giro la vista hacia la
voz femenina que resuena a mi lado. No alcanzo a ver su rostro, no
puedo dibujarlo, pero si su cabello largo y negro como el plumaje de
un cuervo. Su voz suena seria, preocupada, algo malo ocurre. Vuelvo a
mirar el bosque helado y muerto, siento un escalofrío que reconozco
como miedo. Pero ¿A qué temo?
-Tirias, tenemos que
irnos.-
Tenemos que irnos. Si.
Tengo que protegerlos.
…Pero aún no.
De nuevo el cielo
estrellado, hermoso pero frío. La calidez inconfundible de la sangre
rodeándome, la vida escapándose de mi cuerpo con cada pequeña
bocanada de aire. El mundo que me rodea continua, pero yo estoy
estancado, estoy muriendo. De nuevo la sensación de pena y de dolor.
Y una vez más, me siento triste. Nunca puede despedirme.”
Cuando
abrí los ojos Talismán estaba observándome, apoyada en la mesa que
tenía frente a mi. Parpadee y me incorporé seguidamente mientras
movía algunas articulaciones para desentumecerlas. Tenía gracia,
porque no las sentía entumecidas, pero debía ser un acto reflejo de
un tiempo en el que estuve vivo.
-¿Lograste
recordar algo, Tirias?-
Su
mirada era tan serena y penetrante como siempre y sus palabras
despertaron por primera vez en mi un cierto nerviosismo. Era cierto
que había recordado a la que fue mi esposa, Yaribel, pero ¿Y si era
ella quién había contratado a Talismán? O quizá ella estaba
muerta y lo cierto es que no quería conocer la respuesta a esa
pregunta, porque quizá Talismán no se equivocaba y no estaba
preparado para ello.
-Si.
Recordé algo anterior a mi muerte, en un bosque helado y muerte,
estaba con mis hombres y una mujer de cabellos negros me decía que
debíamos marcharnos. Después, de nuevo, el recuerdo de mi muerte
sobre la nieve y bajo el cielo estrellado.-
El
rostro de Talismán parecía inmutable ante lo que narraba, sus ojos
castaños con ese leve fulgor rojo estaban fijos en mi. Me di cuenta
de que ni yo podía estar seguro de confiar en esa mujer, pero de
nuevo era mi única alternativa.
-Talismán.-
-¿Si?-
-¿Yo
dirigía mi propia unidad de hombres en el norte?-
Ella
negó suavemente con la cabeza, y entonces cogió una de las sillas
de la pequeña antesala y se sentó enfrente de mi.
-No,
Tirias. En realidad estabas bajo el mando de un superior, el Teniente Div. A
pesar de ello, los hombres te respetaban mucho ¿Sabes? Eras bastante
popular entre los demás, tenías valor y nunca te rendías ante la
adversidad. Aparte de ello, eras un diestro guerrero, aunque recuerdo
que no te gustaba llevar armaduras de placas precisamente.-
-¿Cómo
que recuerdas?-
Ella
ladeó levemente la cabeza, meciendo sus cabellos que aun no había
recogido en su característica coleta.
-Estuve
en la misma guarnición que tú en Rasganorte, simplemente no lo
recuerdas. Pero yo recuerdo que eras bastante famoso entre los
hombres del Teniente Div, siempre salíais victoriosos de todas
vuestras misiones.-
-¿Me
juntaba con el resto de los soldados?-
-¿Por
qué no ibas a hacerlo?-
-Pensaba
que al ser noble, sería algún tipo de oficial de alto rango, y
quizá una persona orgullosa que no gustaba de juntarse con gente que
no era de mi mismo... estatus.-
Talismán
esbozó en ese momento lo que pareció una sonrisa fugaz, pero más
real que la última vez que creí haberla visto.
-No,
Tirias, no era así. Tenías tu orgullo, pero te hacías querer por
los soldados y te juntabas con ellos. No siempre obedecías las
órdenes al pie de la letra, pero la seguridad de los demás era tu
principal preocupación. Bebíais y jugabais a las cartas todos
juntos, y luego marchabais de misión en misión, como un grupo de
élite.-
-¿Tenía
conocidos?-
-Si,
claro. No ibas solo de hecho, te acompañaba un amigo de la juventud
al que apodabais culebra. Creo que erais muy íntimos, y se notaba
bastante porque donde tu estabas el también, peleando codo con codo.
Además de Culebra, estaba Toro. Era un hombre muy grande y fuerte,
no sabia leer ni escribir, pero era muy leal y un buen amigo. Los
tres cogisteis bastante fama en aquellos tiempos.-
-También
había una mujer de cabellos negros, como ala de cuervo ¿Verdad?-
Talismán
se llevó un dedo al labio mientras parecía hacer memoria. De
pronto, me sentí intrigado por el recuerdo de esa mujer.
-Si...
La llamaban Azogue, creo que era una especie de agente, pero no sé
nada. Solo se que era reservada.-
-Azogue...-
-¿Te
dice algo el nombre?-
-No,
no logro recordarla, ni siquiera su rostro, solo su cabello.-
-Entonces
quizá necesitas meditar aun más, Tirias.-
-Quizá.
Pero aun no, Talismán. Quiero saber que ocurrió con mis compañeros
de batalla. ¿Qué fue de Div, de Toro, Culebra o de esa mujer,
Azogue?-
Talismán
bajó la vista entonces al suelo y la sonrisa de sus labios
desapareció. Pasaron unos segundos que se me hicieron eternos antes
de que ella alzase la vista de nuevo y sin sonreír, con una tristeza
tan profunda grabada en sus ojos, que estremeció lo que quedaba de
mi alma.
-Murieron,
Tirias. Al menos, murieron casi todos. Culebra y Toro fueron de los
que se salvaron, pero Toro murió hace un año y de Culebra no he
sabido nada.-
La
miré, pero no sentía pena ni lástima. Y me odiaba por ello. En
vida, debí de apreciar a esos hombres, y conocer todos y cada uno de
sus nombres. Debimos ser camaradas de batalla y de taberna, pero
ahora se habían perdido en el océano de mi amnesia y quién sabe si
para siempre. Pero si alguno seguía vivo, quizá podría descubrir
algo acerca de quién me traicionó y me asesinó.
-Talismán...-
-¿Si?-
-Si
cuando me apuñalaron por la espalda me sorprendí, si tengo la
sensación de que pudo ser alguien que conocía... ¿Crees que Toro,
Culebra o quizá Azogue...?-
-Tienes
que recordarlo tu mismo, Tirias.-
-O
averiguarlo.-
Ella
asintió y de pronto la tristeza de su mirada quedó apartada a un
lado por una determinación que hacía que el brillo rojizo de sus
ojos pareciesen verdaderas llamas.
-Si.
Podemos ir a Ventormenta y buscar pistas sobre ellos. Quizá podamos
averiguar algo.-
-Entonces
eso haremos.-
Me
puse en pié sintiendo como una nueva determinación me recorría el
cuerpo, mi voluntad estaba reforzada ante el descubrimiento de
encontrar una posible respuesta a lo ocurrido. Justo cuando estaba
apunto de salir, Talismán habló de nuevo.
-Pero
antes... hay algo que quiero enseñarte. Ven conmigo.-
Me
adelantó saliendo ella primero y comenzó a bajar las escaleras.
Mientras la veía alejarse, pensé que la próxima vez no perdería
la oportunidad de preguntarle acerca de ella. Acerca de Yaribel.
“Cruzamos nuestras
espadas de madera entre risas. Somos jóvenes y temerarios, no
pensamos mucho en las cosas y nos gusta soñar despiertos y jugar. La
diferencia es que yo visto exquisitamente y el no y aun así siento
que eso no es impedimento para que el sea mi mejor amigo sin ninguna
duda.
-¡Vamos caballero
Tirias! ¡Defiéndete!-
-¡Cuidado con esos
golpes Culebra!-
Ambos reímos
divertidos mientras entrechocamos de nuevo las espadas de
entrenamiento, forcejeamos y nos hacemos retroceder el uno al otro.
-¿Pretendes así
convertirte en un soldado, Tirias? ¡Así cogen las espadas los
Kobolds!-
-¡Eso ya lo veremos!
Cuando sea tu Capitán y tengas que besar mi culo, hablaremos.-
-Ni en tus mejor
sueños, Hemfall.-
Flexiono las rodillas y
me dispongo a saltar sobre el, entonces me asalta un pensamiento y se
me encoge el pecho.
-Espera...-
-¿Qué ocurre?-
-¿Que hora crees que
debe ser?-
Culebra miró al cielo
rascándose la nuca.
-Pues el mediodía ha
pasado hace poco, creo.-
-¡Mierda!-
-¿Pero qué ocurre?-
-¡Que he quedado con
ella!-
Salí corriendo sin
siquiera soltar la espada, dejando a un pobre Culebra con cara de
pasmado a mi espalda. El riachuelo estaba cerca y seguramente ella ya
me estaba esperando desde hacía unos minutos. Tendría que contarle
la verdad de mi retraso, lo entendería, ella al menos era bastante
más comprensiva que otros. Me sonreí sin poder evitarlo, evocando
ya su imagen en mi cabeza.
Yaribel.”
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