viernes, 9 de octubre de 2015

Memorias en el Hielo VII

Memorias en el Hielo

VII



La traicionaste...”




-Es aquí, Tirias. El viejo cuartel de la guardia.-

Nos había llevado un buen rato encontrar el lugar, situado en el casco antiguo de la ciudad. No tenía ningún recuerdo de Ventormenta pero me resultó curioso ver a tanta gente junta moviéndose sin parar, gritando sus productos para venderlos o simplemente paseando. Algunas personas me dirigían miradas escépticas o de reojo pero no se paraban a hablarme o increparme, al menos entre tanto bullicio tuve algo de paz.

-Será mejor que me coloque el yelmo, es posible que si alguien me reconoce no quieran acceder a darnos información.-

-Me parece bien.-

Hice lo que dije y después entramos al edificio. Seguí a Talismán ignorando los susurros y comentarios que algunos de los soldados me dirigían y subimos las escaleras hacia la segunda planta, donde ella se acercó al que parecía un oficial y comenzó a hacerle algunas preguntas. Comenzó hablando de los hombres que fueron a Rasganorte, mi destacamento. Mis compañeros de armas, mis amigos...

Acaricio la cabeza de Certero y este la ladea para facilitarme el trabajo. Me mira fijamente, o eso creo, y tengo la sensación de que es una mirada realmente inteligente para un animal. Pero pese al cariño que me profesa mi fiel halcón sigo igual de triste, de hundido. Hace ya meses que no le veo color a la vida y he tomado decisiones que solo parecen haber empeorado mi relación con Yaribel.

-Lo que vas a hacer es una locura ¿Lo sabes, no?-

Giro la cabeza y sentado a mi lado sigue mi amigo Culebra. Me mira fijamente y veo la preocupación sincera en sus ojos.

-Lo sé.-

-Entonces ¿Por qué lo haces?-

-Porque locura o no, Culebra, es lo correcto. Hasta tu te tienes que dar cuenta.-

-No sé Tirias, no es que dude de tus intenciones, pero es que viajar al norte es peligroso. La mayoría de los que vayan no van a regresar vivos y tu lo sabes perfectamente.-

-Entonces ¿Por qué me acompañas?-

-No seas idiota ¿Qué vas a hacer tu sin mi? Alguien tiene que cuidar de ti y procurar que vuelvas a casa sano y salvo. Además, eres mi amigo y es mi deber estar a tu lado dado que no sabes usar la sesera.-

El comentario de Culebra me hace reír y me doy cuenta de que el ríe a su vez, después de tantos años de amistad nos conocemos bien y sabemos como animarnos el uno al otro en los peores momentos. De pronto me siento más seguro de mi decisión si el está a mi lado.

-Aunque contase con los mejores guerreros del Reino, Culebra, o el mismísimo Tirion Fordring, seguiría prefiriendo tu compañía y tu espada junto a la mía. Eres un buen amigo.-

-Desde luego soy mejor amigo que tu.-

-Aunque eres un poco capullo a veces.-

Me golpea el hombro cariñosamente y luego me da una palmada en la espalda mientras se pone en pie sacudiéndose la hierba de los pantalones. Alzo la cabeza mirándole.

-Será mejor que vaya a preparar mis cosas para cuando partamos. Voy a necesitar las mejores armas que pueda conseguir, seguro que los del ejército me dan una espada roma a lo sumo.-

-Culebra.-

-¿Si?-

-Regresaremos a casa. No es una despedida, es un hasta luego del hogar. Volveremos victoriosos y como héroes, brindarán a nuestra salud y haremos justicia por los miles que murieron.-

-Ya lo creo que lo haremos. Además cuentan con nosotros dos en sus filas, así que los que estén a nuestro lado volverán a casa cantando canciones sobre mi valentía.-

-¿Y sobre la mía no?-

-Lo tuyo no es valor, es falta de sentido común idiota.-

Ambos reímos a la vez de nuevo y entonces alzo el brazo para dejar que Certero alce el vuelo mientras nos quedamos mirando como se pierde entre las copas de los árboles.

-Gracias, Culebra. No podría hacer esto sin ti.-

-De nada, viejo amigo. Ojalá las cosas con Yaribel se arreglen.-

Ojalá, es lo que pienso, Culebra tenga razón. Espero que algún día ella entienda el por qué hago esto.”

-....Toro murió, si. Pero su hijo sigue vivo y regenta una peletería cerca del barrio de la Catedral.-

La voz del capitán me despertó de mi recuerdo al mencionar al hijo de Toro. Me di cuenta de que quizá el podía haberle contado algo a su hijo acerca de quien pudo ser mi asesino.

-¿Y qué hay de Culebra? ¿Tienen algo de ese soldado?-

-Hmmm... Lo lamento señorita, pero no hay nada. Busqué en cuánto recibí su carta, pero creo que está desaparecido o muerto, no puedo asegurarlo.-

-Gracias de todas formas, Capitán. Ha sido usted de mucha ayuda.-

-Ha sido un placer, espero que encuentren a quien están buscando.-

-Yo también lo espero, Capitán, tenga una buen día.-

Mientras Talismán se despedía con un gesto de la mano yo incliné la cabeza para hacer lo mismo y después la seguí mientras salíamos del cuartel. En la misma puerta ella se estiró y tomo aire.

-Bueno, Tirias, parece que al fin tenemos una pista sólida para seguir. Habría sido mejor tener al propio Toro pero puede que su hijo sepa algo.-

-Eso mismo he pensando yo. ¿Vamos a verle?-

-Aún no, está anocheciendo y ya habrá cerrado. Además necesito descansar un poco después de todo el día caminando. ¿Te importa si vamos a esa posada que hay a las afueras de la ciudad? No me gustan las que hay dentro.-

-No tengo inconveniente, Talismán. Vamos.-

Volvimos a caminar de nuevo con habilidad entre el bullicio de gente que había en cada calle y cada puente de los canales. Finalmente logramos salir de la ciudad y fuimos a la primera posada que había siguiendo el camino principal. Talismán estaba silenciosa y a juzgar por su rostro de concentración también pensativa. Para mi era un momento tenso, de nervios, ante la posibilidad de encontrar respuestas en el hijo de Toro que me ayudasen a colocar todas las piezas del puzzle en su sitio, o al menos las necesarias.

Cuando llegamos al lugar la hechicera alquiló una habitación en el piso superior, parecida a aquella primera donde estuvimos en Villa Oscura pero algo más pequeña. Subimos y nos acomodamos, ella se soltó el cabello y me miró mientras yo me retiraba algunas placas de la armadura y dejaba la espada sobre la mesa.

-Tirias...-

-¿Si?-

-Trata esta noche de meditar y recordar algo, cualquier cosa que puedas rememorar nos podría venir bien ahora, antes de ir a ver al hijo de Toro.-

-Lo intentaré, pero las últimas noches los recuerdos han sido muy dispares y no a todo le he encontrado el sentido.-

-Tu simplemente sigue intentándolo, no siempre recordarás lo que quieres, pero con que poco a poco las memorias vayan volviendo es suficiente.-

-Está bien. Tu trata de descansar.-

-Si, han sido unos días muy largos y me vendrá bien dormir. Te veré al amanecer, Tirias.-

-Hasta mañana, Talismán.-

Ella sonrió durante un breve instante, clavando en mi como siempre esos ojos castaños con el leve tono rojizo que los hacían tan exóticos y misteriosos a la vez. Luego entró en la habitación doble y cerró la puerta. Yo aparté una silla y me senté en ella recostándome, cerrando los ojos al tiempo que trataba de indagar en mi propia mente...

Sentí sus labios en los míos cuando nos fundimos en un inesperado beso. No se como he llegado a esto, pero se que lo he buscado. Mis manos se deslizan suavemente por su cuerpo desnudo y siento su piel cálida y suave pese al frío que hace aquí en el exterior. Quiero alejarme para poder observarla pero ella tira de mi y sigue besándome, sus manos buscando liberarme de mis ropajes.

-Hmmm...-

Estamos tumbados sobre la nieve pero con su cuerpo tan cerca del mío y la sensación de peligro ni siquiera siento el suelo gélido entorno a mi, ni siquiera cuando ella me libera de mi jubón y el resto de mi ropa. Entonces logro alejarme un poco de ella y la miro fijamente.

-Azogue...-

Sus cabellos negros contrastan con el blanco de la nieve bajo ella, se ha deshecho del traje de cultor pero sus lágrimas han hecho que el maquillaje negro de sus ojos se extienda por su rostro dándole un aspecto hermosamente triste. Su piel me parece brillante y su cuerpo hipnotizante. Ella sonríe un instante mientras me acaricia el rostro y sus labios se mueven diciendo algo que no alcanzo a escuchar.

Todo sentimiento de culpabilidad o de error se esfuma de mi interior cuando vuelvo a besarla y el fuego arde entre nosotros dos. Lo que estamos haciendo y donde lo estamos haciendo es sencillamente una locura pero ya no me importa. La deseo en ese momento y todo lo demás me da igual. Hacemos el amor toda la noche, olvidándome de la plaga, de la guerra, de los soldados, de mi hogar, de Yaribel y de la muerte. Para mi en este instante solo existe ella.


Solo está Azogue.”

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